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¡Señoras y señores…! La gran migración. – Luis Alberto Ganderats
¡Señoras y señores…! La gran migración.

¡Señoras y señores…! La gran migración.

En junio y julio se levanta el telón de África mía y se inicia el mayor espectáculo del planeta. Dos millones y medio de animales hacen temblar la tierra en su ciego avance del parque Serengeti al Masai Mara. ¿Cuáles son las mejores ubicaciones para presenciar el espectáculo? ¿Dónde reservar un palco, o al menos un asiento de galería? Responden expertos.

Por Luis Alberto Ganderats

Estoy de espaldas sobre mi cama, como una momia en sarcófago. Sólo parecen vivos mis ojos y mi corazón. No logro dormir. Muy cerca escucho el extraño gruñido de los rinocerontes, y a la distancia, un murmullo confuso. A través de las ventanas, una luna roja ilumina mi carpa levantada cerca del río Mara. Pero no son los mugidos y la luz los que me tienen en vela. Tampoco el miedo. Se trata de algo más simple: esta es una noche que no se parece a ninguna. Es un duermevela más velado que dormido.

Estoy muy cerca del lugar africano en que empezaron a despertar algunos de los primeros seres humanos -la garganta de Olduvai-, y se diría que algo de esos abuelos parece hormiguear todavía en mi cerebro. Y lo remoto, tan difícil de descifrar, se encuentra ciertamente asociado a algo muy nuevo, a emociones de los días anteriores. Desde una colina del Serengeti pude presenciar el mayor espectáculo que la Tierra ofrece hoy día a quienes aman la vida y tratan de entender la muerte. El Serengeti es la “llanura sin límites”, de casi un millón y medio de hectáreas, último vestigio del Cuaternario. Desde las alturas de Nabi Hill, a la entrada de ese gran parque tanzanio, ví miles y miles de cebras, gacelas y antílopes -principalmente ñus-, avanzar en tropel hacia el río Mara, como si obedecieran el llamado de un poderoso flautista de Hamelin.

De cerca le seguían -con la servilleta puesta- miles de animales carnívoros y carroñeros: leones, hienas, chacales, leopardos, buitres. También formaban parte del cortejo las cigüeñas, que tienen andar de flamenco y apetito voraz: se alimentan de los restos de carroña. Los acosadores observaban a las cebras con patas fracturadas, a los ñus lentos, enfermos; a las crías sin protección. Están condenadas.

Ellos morirían

También morirían muchos sanos. Camino a Masai Mara ellos atraviesan varias veces los mismos ríos, el Grumeti y el Mara, que parecen borrachos y culebrean en la sabana. En cada pasada decenas de estos soldados de infantería mueren ahogados, o son partidos en dos por las dentelladas de cocodrilos nilóticos que suelen  medir más de cinco metros. Nada importan los muertos. La inmensa mayoría prosigue incansable este rito de la naturaleza, atraviesan una frontera que no conocen, para instalarse en Kenia, sobre los pastos verdes de la reserva de Masai Mara. Meses más tarde inician el camino de regreso a Tanzania.

Es la más colosal migración animal que podamos presenciar hoy día, y la más dramática. Algunas manadas caminarán 2.000 kilómetros en la vuelta completa. 

Iniciada en el Serengeti, terminará donde empezó: sobre las llanuras del lago Ndutu y Eyasi. Las rutas de ida y vuelta no son las mismas. Caminan en el sentido de los minuteros del reloj, casi en redondo. El circuito tiene la forma de una especie de medio óvalo, que por largos trechos se sale de las fronteras del Serengeti y el Masai Mara. El regreso es siempre menos masivo y sincronizado, pero siempre una “belleza inmensa”.   

Nosotros, luego de ver pasar la extraña procesión en el Serengeti, desde la colina de Nabi Hill, hemos atravesado rápidamente, por tierra, la frontera entre Tanzania y Kenia, para esperar a los caminantes en el Masai Mara. Esta reserva es la prolongación natural del Serengeti. Se encuentran sólo separados por la frontera política, que los ñus, cebras y gacelas ignoran. Gracias a eso, en esta zona oriental se encuentran la esencia y el mito del continente negro. Es África mía, Hatari y Mogambo, Livingstone y Stanley. Es el sueño que nos acompaña desde niños, en que el ser humano siente el temblor y el regocijo ante los poderosos habitantes de la pradera y el bosque.

También es la tierra prometida de los oscuros guerreros masai, originarios de la vecina Etiopía (el Vaticano de los rastafaris y de Bob Marley), pero que han hecho huesos viejos en Tanzania y Kenia.

Millones caminan 

La migración del Serengeti al Masai Mara se inicia -casi de manera imperceptible- entre abril y mayo, dependiendo de las lluvias y los pastos. Entre junio y julio se hace masiva, toma su ritmo nervioso, que dura varias semanas. Dos millones y medio de animales avanzan como un tornado.

Este es el momento de la experiencia inolvidable a la que se hallan invitados los buenos viajeros.     

Resulta inolvidable no sólo por lo masiva y bella. También por los actos de ferocidad. En algunos trechos el caudal de los ríos suele tomar el color de la sangre. No podemos evitar ser espectadores del proceso brutal de la cadena de la vida. Nada nuevo, claro. Esta migración ya tenía millones de años cuando algunos antepasados del hombre dieron aquí sus primeros pasos vacilantes. Así lo confirman los hallazgos de los antropólogos Leaky en la garganta de Olduvai, junto al Serengeti.

Pero ¿dónde debemos reservar palco si queremos ver el espectáculo de la migración?

Necesitamos, a lo menos, dos palcos.

Uno para observar la marcha, cuando los caminantes andan a tranco lento o corren, en verdaderas estampidas. El instinto no les impide atravesar ríos custodiados por cocodrilos astutos, o meterse en aguas de rinocerontes quietos, pero que forman círculos impenetrables dentro del cual protegen a sus crías y a sus viejos. (Quien se atreve a romper ese círculo -a menudo sin darse cuenta- recibe un mortal mordisco de retroexcavadora.)

Sobre la tierra firme, entre los pastos de la sabana, cientos de ñus, cebras y gacelas caen en las garras de las leonas hambrientas y sus socios de cacería. Pero siguen avanzando. El instinto no les proporciona ningún recurso de marcha atrás. Ni siquiera lo tienen las frágiles gacelas, que pueden resultar pulidas en exceso, pero nadie puede  renunciar a verlas: danzan. Corren junto a impalas, topis, zorros y kongonis. Desde la altura de las acacias, leones y leopardos impasibles ven pasar su merienda de las próximas semanas. A veces, ese “rebaño” ininterrumpido tiene 10 kilómetros de largo. 

El segundo palco es el lugar donde ahora estamos, en el Masai Mara, el lugar donde se detendrán a comer y a parearse por varios meses. Esta reserva es una uña comparada con la inmensidad del Serengeti, y entonces la masa de animales que emigra convierte las limpias planicies verdes en un corral desmesurado, insospechado, donde pasa todo a simple vista. El espectáculo parece a ratos una escena bíblica del Paraíso.

La ayuda necesaria

Los dos palcos recomendables para presenciar la migración están cubiertos por empresas que ofrecen campamentos en carpas móviles o estables, cabañas o lodges, globos aerostáticos y avionetas, y vehículos de arriendo con conductor y cocinero. Podemos hacer un tour simple por 2.500 dólares por persona, o ir con un grupo de amigos exigentes, y gastar 100 mil dólares en diez días. Ambas opciones -y muchas intermedias- las vende desde años un ex gerente de la desaparecida Swissair, el santiaguino Vicente Gonella, propietario de Arca Viajes. Esta es una agencia especializada en Kenia, Tanzania, Botswana, Sudáfrica, Namibia, Zimbabwe y otras “arcas” de animales en África, cuyas imágenes llenan estas páginas.          

Pero Vicente Gonella tiene sus preferencias: cree que ningún escenario de fauna supera al Masai Mara durante los meses de la gran migración. Luego lleva a sus clientes al parque Amboseli, en Tanzania, junto al Kilimanjaro. Ahí dominan las manadas de elefantes. En su breve lista de sensaciones inolvidables figuran también el delta del río Okavango, en Botswana, donde la fauna vive con medio cuerpo en el agua, y el parque Chobe, sobre la frontera de Namibia y Botswana, pasando por las cataratas Victoria, entre baobabs y elefantes descomunales.   

En la poblada ciudad tanzania de Arusha -muy cerca de la frontera con Kenia, y también del Serengeti-Ngorongoro- encontramos al santanderino Julio Teigell, guía de varias décadas, socio de Kibo Tours. teigell@kibo-safaris.com  www.kibo-safaris.com

Es la agencia que prefieren muchos safaristas de habla castellana. A este hombre que ha desafiado a los grandes de África, los big five –lion, leopard, elephant, buffalo and rhino– lo encontramos acorralado por una bronquitis. Desde su cama quiso darnos su orientación:

Nosotros preferimos instalar nuestro campamento en áreas diferentes, que se escogen de acuerdo con la estación el año o el movimiento de los animales que migran. Nos entusiasma el lago salado Eyasi, en el fondo de la gran falla geológica del Rift. Pasamos un día explorando a pie en este dramático paisaje, que aun esta habitado por un grupo de bosquimanos, los hadzabi, que viven de la caza con arco, buscando raíces, tubérculos y frutas, como los seres humanos de hace 10.000 años.

El cráter de Ngorongoro y sus tierras altas -donde hacen safaris a pie-, todo el Serengeti y el parque Tarangire, son los puntos altos que señala este guía español, porque considera que la observación de fauna es excelente en Tanzania durante el año completo.

Tarangire -a 1 hora y 45 minutos de Arusha- es un parque sorprendente por su enorme cantidad de baobabs, la más densa del mundo, y una población de elefantes de gran corpulencia. La época dorada para visitar Tarangire es de agosto a noviembre, cuando presenta la mayor concentración de fauna de Tanzania, y lucen como nunca sus tamarindos, flamboyanes, acacias, mangos, palmeras de Senegal, euphorbias, palmiras,  higueras y ebonys africanos. Kibo Safaris instala un campamento para veinte personas a orillas del río Tarangire, lo cual permite disfrutar de la fauna de día y de noche.

África de película

Los que suspiran todavía con la película África mía yla enigmática mirada de Meryl Streep, debieran comenzar su viaje el viaje por al África oriental en el Norfolk Hotel de Nairobi. En su edificio estilo eduardiano parece flotar aún el espíritu de la mujer que inspiró ese film con sus memorias poéticas: la danesa Karen Blixen, huésped en 1913. Los nostálgicos pueden imaginarse en el vestíbulo del hotel con un rifle en bandolera y un salacot tejido de fibras en la cabeza. O visitando su granja cafetera, a 15 minutos del centro, donde funciona un museo temático desde 1985. Sólo dos  años más tarde se estrenó La fiesta de Babette, un canto al placer, otra película brotada de textos de Karen Blixen. Por eso, si hacemos contacto con su sensibilidad, África puede convertirse en la gloria para todos nuestros sentidos.

El Norfolk Hotel nos espera para eso, aunque no sea más que a tomar té al estilo colonial.

Si lo que queremos es no perder pisada a la gran migración, oler y saborear el miedo, lo mejor es encontrar un sitio a orilla de río, nunca en colinas o áreas secas. Lugar  excepcional es el Mara Intrepids Club, vecino a uno de los cruces más importantes de la migración, en el centro de la reserva de Masai Mara, a orillas del río Talek. Son treinta carpas lujosas, modernas. Y caras. En la misma reserva encontraremos una serie de campamentos en una zona boscosa antes reservada para los gobernadores coloniales. Es conocida como The Governor’s family of camps, nada recomendable para los que andan en plan de ahorro.

Uno de ellos es el Governor’s Private Camp. Sólo acepta reservas para grupos de hasta 16 personas, familiares o amigos, lo que le hace exclusivo como ninguno. El Little Governor’s es el preferido por los recién casados. Atravesando un río en una pequeña embarcación se llega a un hermoso grupo de 17 tiendas de lona alrededor de una laguna donde llegan a beber los animales. Para evitar ruidos, no hay luz eléctrica. Sólo lámparas a gas.La cena se sirve en torno a una gran hoguera que mantiene alejados a los animales, no a sus rugidos y bramidos.

Otras opciones para los que quieren ver la migraciones en el Serengeti son los cámpings que se hayan en el área de paso de los animales: Kusini Camp reserve.safarisun@swiftkenya.com, Kirawira Camp serena@yako.habari.co.tz

 y Grumeti River Camp, conscorp@users.africaonline

Los Ritz de la pradera

Existen lugares para soñar. El Ritz de las praderas tanzanias es el Ngorongoro Crater Lodge. Construido sobre un borde de la enorme caldera apagada, a 2.200 m de altura, desde sus terrazas vimos los flamencos enanos del lago Magadi, y los varios ecosistemas del cráter.

Y en Kenia, Masai Mara tiene su Ritz  en el Cottars 1920`s Safari Camp. Guarda la tradición de antiguos colonos ingleses. Una enorme superficie que se halla entre el Serengeti y la reserva de Loliondo. Se realizan safaris de varios días, donde los cansados pueden echarse bajo las acacias sobre almohadones mientras se reconfortan con un té Silver Neddle. Si eso no basta, un vehículo puede llevarlos de regreso al campamento. Los empecinados que llegan al Cottars Safari Camp se dan una tina en bañera de lona, imitando a los antiguos cazadores, y un masajista les pone los músculos en reposo. Las carpas, de lona blanca, tienen camas con dosel, viejos baúles y antigüedades africanas. Los gozadores pueden tirarse a la piscina o echarse sobre una hamaca. El día puede llegar a su clímax durante la cena, con cubiertos y candelabros de plata, o bien durante el turbador safari nocturno.

El lujo mayor puede ser un safari en globo. Dura aproximadamente una hora. Hacia a las 6 de la mañana, antes del amanecer, los pasajeros empiezan a embarcarse -bien abrigados-, para poder ver al África más activa, que se produce cuando aún no aprieta el calor. Los hombres voladores podrán ver  masas de animales que migran, o racimos de monos sobre los árboles, manadas de elefantes y de búfalos, y saborear el melancólico amanecer sobre la sabana.

Al aterrizar, ñus o cebras observarán, curiosos cómo se desinfla el globo y los pasajeros toman el tradicional desayuno con champaña y huevos con jamón. Dentro del Serengeti existen diversas cabañas que proporcionan los servicios de safari. Entre las de cuatro estrellas sobresalen las cadenas Sopa Lodge y Serena Lodge. Por un vuelo aerostático cobran 230 mil pesos chilenos.
 

Safari en camión

Quien decida acampar por su cuenta tendrá que ser totalmente autosuficiente, en seguridad y alimentación. Pocos lo hacen, y el sistema no lo promueve y lo único seguro es formar parte de un tour organizado, al menos en Kenia. Hay otra versión económica: los safaris en camión. Los “truck safaris”. El enorme todoterreno  realiza, normalmente, un recorrido de una semana. Para dormir, se monta un campamento con tiendas y fuego al lado del camión. Se necesita espíritu de aventura y un cuerpo acostumbrado al esfuerzo. La recompensa suele ser el excelente ambiente que se vive en el grupo. De la amenaza externa nace la unión interna, y amistades que suelen durar años.

O sólo días en el caso de los imprudentes.

Recuadro 1

El ñu y la lluvia

El animal dominante de la gran migración es un tipo de antílope llamado ñu (en inglés, gnu o wildebeest). Supera largamente el millón de individuos. La base de su cuerpo parece la de un caballo de poca envergadura -también sus crines-, pero su cabeza puede confundirse con la de un toro nuevo, con cuernos de vaquilla. Por su mirada perpleja -de ojos muy separados-se le considera un rumiante poco inteligente. Acostumbrado a enfrentar enemigos, sus crías pueden correr a 50 km/h a la semana de nacidas. Paren 8.000 de ellas cada día, en un plazo de tres semanas, para estar en condiciones de emigrar. Lo hacen en busca de pastos tiernos y, especialmente, de agua, pues el ñu debe beber todos los días. Por eso emigra cuando terminan las lluvias en el Serengeti (la principal estación de las lluvias va de marzo a mayo, en que cae agua todos los días; de noviembre a enero llueve pero de manera irregular.)

Vacunas Se recomienda vacunarse contra la fiebre amarilla (10 días antes del viaje). Los más aprehensivos agregan otras contra la fiebre tifoidea, la hepatitis y el tétano.  Ninguna vacuna es, sin embargo, obligatoria para Tanzania y Kenia. 

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