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Groenlandia, hogar de esquimales – Luis Alberto Ganderats
Groenlandia, hogar de esquimales

Groenlandia, hogar de esquimales

Aprendimos en esta isla que es tan mala la cazuela de foca como la invasión del hogar propio por extranjeros. Groenlandia -como Puerto Rico- es una colonia mal disimulada. Región casi desértica por culpa de los hielos y el frío, su gente y sus pueblos tratan de imitar a la hermosa Europa nórdica.

Para cazar tontos, hace casi mil años, Eric El Rojo bautizó esta isla-peladero con el nombre de Tierra Verde (Grónland, Greenland, Groenlandia…). Los 4.500 colonos que él reclutó,muchos de ellos con niños y guaguas, lograron sobrevivir. Nacieron así dos colonias numerosas, ambas de nórdicos llegados de Islandia.

Pero la tragedia y el misterio estuvieron largo tiempo al acecho. Durante más de cuatro siglos las dos colonias multiplicaron su población y en el siglo XVI ya eran cerca de 10 mil los groenlandeses de origen europeo. Distintos factores determinaron que el contacto por barco que mantenían con el Viejo Mundo se cortara por completo durante varios siglos.

Groenlandia quedó aislada, olvidada.

Hasta que un día llegó a evangelizar, un misionero nórdico cristiano (era el siglo XVIII), quien hizo un descubrimiento escalofriante: en ambas ciudades, toda la población había desaparecido.

No había huellas.

Hasta hoy no se sabe con certeza qué ocurrió́ con esas 10 mil personas.

El misionero nórdico cristiano, cuyo nombre era Hans Egede, decidió́, entonces, repoblar de blancos la tierra fatídica. Así́ adquirió́ la calidad de “fundador de la Groenlandia moderna”.  

Al sobrevolar esta Tierra Verde resulta fácil confirmar que Eric El Rojo es un precursor de la publicidad turística. Godthab, la capital, se levanta sobre una pequeña península casi completamente plana y árida. Es, sin duda, un monumento al peladero, y nadie pudo ver aquí una Tierra Verde, una Groenlandia. De sus 2.175.600 km2, apenas una sexta parte no se encuentra cubierta de hielos. Del sector libre, sólo resultan aprovechables por la agricultura y la ganadería algunos pequeños sectores del sur.

El resto, peladero. Y no hay más.

DESAPARICION NOVELESCA

Pero eso les importa a los daneses, que han convertido a esta isla continente -50 veces más grande que su país- en su colonia, aunque disfrazada de provincia, para que la tolere cualquier paladar socialdemócrata. El que su territorio sea un peladero no importa a los auténticos groenlandeses: los esquimales. Ellos viven de la pesca y de la caza. Sólo el imperialismo nórdico los ha sacado de sus costumbres y, a veces, de sus casillas.

Algunos suponen que los 10 mil nórdicos desaparecidos misteriosamente hacia el siglo XVI fueron exterminados por los esquimales. Otros culpan a la degeneración de los cultivos, o que fueron absorbidos íntegramente por los esquimales.

En fin. Lo cierto es que esquimales y daneses vivían en regiones distintas de la isla y cuando se juntaron (después de la masiva desaparición y de la llegada de ese misionero), el nórdico no ocultó su desprecio por el esquimal, y le impuso su idioma, su cultura, su moneda. Le escribió su leyenda negra y le hizo entrar violentamente a un mundo que le es extraño.

TIERRA DE COMPLEJOS

Por eso, al escribir recientemente sobre los esquimales, defraudamos a quienes esperaban un encuentro con la cultura del iglú y se encontraron con que esos son cuento viejo; ahora se entretienen con la TV viendo a Kung-Fu y lo que sea. Al igual que los lapones, estos hombres imbatibles por el frío fueron dominados por el calor de las estufas a petróleo y las cosas brillantes. (Con cuentas brillantes aún fabrican sus adornos los nativos de la retirada aldea esquimal oriental de Angmagssalik.)

Al igual que los lapones, los groenlandeses nativos se sienten considerados inferiores por los descendientes de vikingos. Así lo advertimos apenas pisamos tierra en Sondre Stromfiord, base aérea danesa-norteamericana, cerca de la costa occidental de la isla, más al norte del Círculo Polar Ártico. Por el edificio de la base deambulan muchos esquimales, correctamente vestidos. Esperan helicópteros de una empresa aérea que los llevarán a distintos helipuertos que sirven a los habitantes de los 122 pueblos y caseríos de Groenlandia. O, más bien, que “podrían” llevarlos, pues la compañía danesa hace y deshace con viajes y reservas, burla y tramita al esquimal, como pudimos advertirlo durante los varios días pasados en Sondre Stromfiord.

El menosprecio se advierte también en el trato de los europeos que trabajan en el hotel de paso, en la compañía aérea, en la oficina telefónica, en el restaurante, en la tienda. Se advierte, sobre todo, en la actitud de “hágame un favorcito” que tiene el esquimal hacia el danés. Vive sintiéndose ajeno en la tierra que habita desde hace siglos y siglos.


¿DE DONDE VIENEN?

Los primeros llegaron aquí tres mil años atrás, después de atravesar Bering, cruzar Alaska y el actual noreste del Canadá, por un estrecho de 25 kilómetros de ancho hoy llamado Kennedy… Hace mil años arribaron los abuelos de la actual raza esquimal, conocidos como los hombres de Thule, tal vez de origen mogol (las lenguas de ambos se parecen). Pronto éstos se hicieron reyes en Groenlandia,y los esquimales llegados mil años antes termina- ron asimilados o eliminados.

Los de hace 3 mil años eran de la cultura Saqqaq; los siguientes, llegados hacia el año 1, de la cultura Dorset. Estos ya vivían en casas cuadradas de piedra y barro, no en iglúes, salvo durante los viajes invernales. Por último -mil años después- llegaron los ya mencionados abuelos del esquimal moderno, que por haberse instalado cerca de la región de Thule fueron llamados los hombres de Thule. Inspirados en sus descendientes se escribió la novela El país de las sombras largas. Finalmente, debido a los contactos culturales con los nórdicos de Eric el Rojo, nace con el tiempo la cultura Inugsuk, antecesora de la actual que… ya no tiene nombre.

Toda esa larga historia tiene un pueblo formado hoy por apenas unos 35 mil individuos de raza aborigen y mestizos. Junto a ellos viven unos 10 mil daneses, que dominan sin contrapeso en lo social, político y cultural. La mayoría reside en la capital, que no alcanza a tener 10 mil habitantes.

Aunque se ha avanzado bastante en la tolerancia de la cultura esquimal por parte de los. últimos daneses, “el estilo antiguo dejó su marca”. Así lo reconoce la publicación oficial trilingle Nunarput (Nuestro país), en su edición 1980-81.

POLÍTICA Y FE

Para evitar problemas, el imperio danés ha ido cediendo derechos políticos a esta colonia, hasta transformarla muy recientemente (1979) en otro Puerto Rico -una suerte de “estado asociado”-, pero con derechos aún más restringidos, e ilusorios en la práctica, por el abismo cultural que los separa. Dinamarca conserva el monopolio del comercio y una empresa estatal hace las veces de la vieja Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego en Magallanes. Se llama The Royal Greenland Trade Department. Les compra todo a los esquimales, y les vende de todo. Así han exportado parte del progreso danés al blanco continente, situado a 4.000 kilómetros de distancia.

¿El precio?

Pérdida acelerada de la identidad nacional esquimal y la dolorosa sensación de sentirse extranjeros en su propia tierra.

La citada edición de Nunarput revela pintorescas situaciones vividas en Groenlandia cuando se introdujo la Iglesia de Dinamarca. El misionero Hans Egede debió

modificar los rezos adecuándolos a las costumbres del país. Enseñaba a rezar:

-“Foca de Dios, perdona los pecados del mundo… Así sea”.
(Entre los esquimales no se conocía el cordero).

Y así era necesario decir, también: “Jesús, dadnos la carne nuestra de todos los días”. (El pan era para ellos extraña comida).

COMIENDO FOCAS

En ese caso particular aplaudimos, sin embargo, al imperialismo danés.

Explicamos la razón si se nos permite un paréntesis: como deseábamos comer carne de foca cocinada al estilo esquimal compramos un trozo en Upernavik, aldea del Ártico. Después de una serie de gestiones conseguimos que las cocineras del lugar en que alojábamos, nos prepararan el plato más común hoy día entre los esquimales, una especie de cazuela con carne de foca. A la primera cucharada supusimos que no les habíamos caído en gracia a las cocineras esquimales. A la segunda, que a alguien se le había caído el trapero en la cazuela, y a la tercera, ya no nos cupo la menor duda que había intenciones homicidas. La carne era una especie de huachalomo de caballo con esencia de merluza descompuesta.

-Por los dientes, sospecho que esta es una foca muy vieja-, le dije a Jorge laniszewski, que luchaba sin tregua contra una presa.

-¿¡Y qué conoces tú de los dientes de la foca!?-, me respondió extrañado.

-Claro que no sé nada de los dientes de la foca, pero de los míos lo sé todo-, le dije repliqué mientras me auto masajeaba con mucha ternura cerca de los molares.

La cazuela esquimal terminó su vida donde lo merecía: en el tarro de la basura. Vimos a un perro flaco acercarse al tarro, oler por encima y seguir su camino, indiferente, como diciendo “Soy pobre, pero digno.

Así concluyó nuestra aventura gastronómica en el país esquimal.

Quienes comen esa carne completamente cruda -algunos lo hacen hasta hoy- merecen una condecoración al mérito y la incomprensión de quien se precie tener siquiera un remedo de paladar.

BALCON AL DESIERTO

Cualquiera que tenga paladar para los problemas urbanos, pasará disgustos aquí. No es que los pueblos y aldeítas sean feos. Los hay muy pintorescos por el color, que los esquimales y daneses usan sin que les tiemble la mano. Pero a algún cretino se le ha ocurrido construir grandes edificios de departamentos en un país gigantesco cuya población total cabría en dos Villas Frei…

Recluyen en departamentos a los hombres que han sido por milenios dueños de todo el aire, de toda la tierra y de todos los horizontes. Y entonces en Sisimiut o Godhavn los esquimales que habitan en Villas Frei deben amarrar sus perros y guardar sus trineos en los sitios baldíos que rodean los edificios.

Es un solo concierto de perros esquimales, día y noche.

Muchos no aceptan la cárcel del confort y siguen viviendo en el rigor de la libertad. En pequeñas aldeas de tres o cuatro casas -sobre un risco de la costa, a las orillas de un fiordo-habitan hombres más ceñidos a la tradición. Pescan y cazan. Claro que en vez de los admirables kayaks, con los cuales cazaban hasta ballenas, ahora todos usan botes a motor. Sólo en invierno -con las aguas congeladas- aparece el trineo de perros para viajes cortos y para el traslado de los productos de la caza y la pesca.

COMO CAZAN Y PESCAN

Para pescar usan un sistema de varios anzuelos con carnadas. Los sumergen, y al día siguiente vuelven a buscar las presas y a cambiar las carnadas. Cuando está el agua congelada, lo hacen a través de un agujero. Distinto es el sistema para cazar focas. Normalmente usan un procedimiento que sorprende. Se acercan en sus botes a los témpanos en que retozan esos animales y les disparan con sus rifles lo más cerca de las orejas, preocupándose de no herirlas. Los animalitos se lanzan atropelladamente al agua sin guardar en sus pulmones el aire adecuado y entonces deben salir rápidamente a respirar. Entonces el esquimal aprovecha para dispararle a matar.

Cuando los hielos impiden acercarse en bote, los cazadores pasan horas al borde del hielo con sus rifles alerta. Si no aparecen focas, rasguñan el hielo o silban consiguiendo así a menudo que la curiosidad natural de estos animalitos los haga asomarse.

¿UN MAL NEGOCIO?

Casi todo el producto de varios miles de pescadores y cazadores llega a los pequeños puertos y es comprado por la Royal Greenland Trade, ya que los esquimales se están parando sobre sus propios pies, pero todos con zuecos daneses. El gobierno de Copenhague asegura que Groenlandia es una cuenta siempre con saldo en contra, a pesar de las reservas: 43 mil toneladas de uranio en Narssak, y 2 mil millones de toneladas de acero en Nugssuak. “Es rica en minerales mal explotados”.

Los pobres daneses entregan subvenciones por mil millones de coronas anuales a Groenlandia, pero ésta sólo exporta 300 millones en plomo-zinc, y 200 en productos del mar y ríos (salmón, entre muchos otros).

Por cierto que los europeos buscan petróleo ansiosamente. Lo encuentren o no, esta isla alargada será negocio redondo para el gobierno colonial, pues nada puede hacer presumir que cada año no aumenten los yacimientos de minerales detectados y crezca la importancia estratégica de este territorio.

Para llenar de aceite las lámparas de Europa, en el pasado los “hombres civilizados” mataban mil ballenas anuales en Groenlandia. Con sus esqueletos, los esquimales construían sus casas cónicas, cubriéndolas de pieles o barro.

Las ballenas se encuentran hoy escasas.

Para llenar de gasolina los autos de Europa, un día los “hombres civilizados” sacarán el petróleo que seguramente oculta la prodigiosa capa de hielo que cubre Groenlandia. Con el sobrante de ese petróleo, los esquimales construirán nuevas y gigantescas torres de departamentos y autopistas.

Entonces los esquimales ya estarán culturalmente extinguidos o extintos.

Y entonces puede que llegue un moderno Eric el Rojo.

También rojo con sus cuentos de tierra prometida y todo lo demarx.

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