Francisco Coloane |  “Yo mismo, el tonto que menos tolero”

Francisco Coloane
“Yo mismo, el tonto que menos tolero”

Publicado el 7 octubre 1991

Llegó a la Tierra junto con el cometa Halley en 1910, y aún sigue cascando, con sus 81 años, lleno de luz. Mucha gente, sin embargo, estaría dispuesta a jurar que Francisco Coloane ya se ha ido.

Casi no se deja ver

El año pasado se asiló en Mendoza el día de su cumpleaños para evitar esos homenajes que le incomodan. No ha querido mostrarse nunca en la televisión, como obedeciendo a un pudor insuperable. Nacido en la chilota Quemchi, vive todo el año con sus ojos y oídos atentos al mar de Quintero. Su nombre está unido a títulos tan importantes como Cabo de Hornos y El último grumete de la Baquedano, y a obras que él dice preferir: su cuento Témpano sumergido y su Tierra del Fuego se apaga. Recibió el Premio Nacional de Literatura hace 26 años -cuando tenía 45-, culminación prematura de la vida más aventurera que se conozca entre nuestros escritores.

Muchas son ya las generaciones que han leído sus obras en la etapa estudiantil, y es, por lo tanto, un clásico viviente de la literatura marítima en un país que vive de espaldas al mar. En este paisaje cultural, Coloane parece el Caleuche, un fantasma, que navega entre la imaginación y la realidad. Diríase que ha decidido hacerse pasar por muerto para escuchar a la mala -con gesto socarrón y curioso- las alabanzas póstumas.

No haremos alabanzas aquí, sino presentar sus respuestas a un cuestionario que por un tiempo se hicieron misterio, como él mismo, y que son oro hoy día, cuando parece haberse asilado en el silencio para siempre. Lo sacamos ahora del silencio sin preguntarle, para evitar que su miedo al estrépito nos prive otra vez de escuchar su voz.

¿Lo que menos le gusta de usted?

La suficiencia.

¿Y lo que más le gusta?

La lealtad al hombre como especie, porque es algo más que un animal.

¿Cuántos son sus amigos?

Innumerables, porque los encuentro a cada rato, pero los olvido a la vuelta de la esquina.

¿Qué deben hacer con su cuerpo después de muerto?

Que me cremen, y que mis cenizas las esparzan sobre el oleaje de la Cueva del Pirata de Quintero.

De las cosas que usted ha hecho o conseguido, ¿qué le ha producido mayor alegría?

El Premio Nacional de Literatura, sin merecerlo, en 1964. No hice nada por él, y don Jorge Alessandri, al agradecérselo, me respondió: “Se lo dieron los entendidos”.

Fuera de la parte familiar, ¿cuál ha sido la mayor satisfacción que ha tenido?

Haber ingresado oportunamente al partido de Luis Emilio Recabarren y Elías Lafferte.

Describa el comportamiento de la persona por la cual ha sentido usted mayor repulsión moral.

El degollador del trébol de sangre de Parada, Guerrero y Nattino. Habría proporcionado mi laringe por la de ellos.

¿Áreas o situaciones en que ha debido luchar más duramente contra la timidez?

En Santiago de Chile después del 11 de septiembre de 1973.

¿Qué música le ha producido mayor placer?

Finlandia, el poema sinfónico de Sibelius. Expresa la Antártica que no he podido describir como ese témpano de música, o montaña de hielo errante.

¿Muerte que más teme?

La de mi signo: Cáncer.

Lo que detesta por sobre todas las cosas es…

La traición, el soplón, el delator pagado con el salario de la muerte.

¿Qué siente cuando piensa en la muerte?

Que mis obras me van a ayudar a sobrevivir.

¿Qué hace para desenchufarse del trabajo en sus horas de descanso?

Tenderme de espaldas, como un perro ovejero en medio del rebaño, y escribir afirmado en una rodilla desnuda al sol del mar.

¿Su peor defecto?

Comer con los dedos más que con el tenedor y resoplar la sopa como un ballenato.

¿Qué tal es su comportamiento cuando se enferma?

Enfermo escribo mejor que sano.

¿Qué tipo físico de mujer se acerca más a su ideal de pareja?

Fina como los ángeles.

¿Qué conductas de sus padres que usted juzgó muy severas, o bien indiferentes, ha repetido con sus hijos?

Retarlos como si fueran hijos de un contramaestre ballenero.

¿En qué mujer famosa le habría gustado tener descendencia?

Sofía Loren.

¿Cómo quisiera ser recordado después que usted se oculte para siempre?

Leyendo Cabo de Hornos y viendo La Tierra del Fuego se apaga.

¿Cómo se clasifica socialmente?

Ni muy adentro que te ahogues ni muy afuera que te quemes.

Cualidades que le agregaría a la mujer chilena.

Aguantadora de borrachos y borrachines; pero de ternura inmortal.

¿De qué fobia infantil no consigue liberarse?

Una casa solitaria.

¿Cómo definiría sus relaciones con la religión?

Me gustan todas desde que estuve un año junto a un templo de Siva, Visnú y Krishna en Nueva Delhi.

¿Placer para conservar en la otra vida?

Después de ésta no hay otra.

¿En qué condición su vida se haría casi intolerable?

Entre imbéciles y criminales.

¿Su beso preferido?

A un niño pequeño en la frente.

¿Qué parte de su vida le gustaría repetirse?

Ovejero en la Patagonia y Tierra del Fuego.

¿En qué se parece a sus padres?

En la sonrisa, a mi madre, Emiliana Cárdenas, y en los puños a mi padre, Juan Coloane, autodidacta que empezó cazando focas y terminó de capitán de buque.

¿Defectos y cualidades de la clase más alta?

No la conozco.

¿Y de la clase media?

Intrínsecamente dialéctica y oportunista, o viceversa.

¿Cosas de Chile que usted modificaría de inmediato?

Dar pan, techo y abrigo, como nos lo prometieron don Pedro Aguirre Cerda y Salvador Allende, que fue su ministro de Salubridad.

¿Le duele interrumpirse cuando habla de sí mismo?

Si.

¿El colmo de la idiotez?

No comprender la belleza de una piedra o piedrecita, que es una rosa de átomos.

¿Habla solo?

Solo, y mucho, junto al mar.

¿Frente a quiénes prefiere guardar silencio?

Ante los tontos callados que por sabios son reputados.

¿A qué gastos superfluos que usted hace le costaría renunciar?

A tomarme un buen vino con un buen amigo como usted.

La mejor oferta que ha recibido

Mi incorporación a la primera expedición chilena a la Antártica.

¿Lo mejor que ha leído?

Mi viaje alrededor del mundo de Darwin, y Canto General, de Neruda.

¿Qué le disgustaría que se dijese de Coloane?

Que he sido un escritor bueno más que un buen escritor.

¿El tonto que menos tolera?

Yo mismo.

¿En qué suceso le habría gustado participar?

En el proceso que se inició en Chile en 1970 y que se interrumpió en 1973.

¿Algo le tiene todavía el alma indigestada?

No escribir mi viaje a las Galápagos, porque ya me lo escribió Darwin.

¿Qué reflexión haría sobre la mujer?

«Hombre sin mujer es como puerto sin guarnición», dicho popular.

¿Situaciones que le producen ansiedad?

Las galaxias que pueden destruirnos por una explosión atómica.

¿Cosa que nunca ha hecho por temor al ridículo?

Mostrarme en la televisión.

(Francisco Coloane murió el 2002, a los 92 años)

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