El bosque malherido
UN IMPORTANTE MADERERO de Cautín afronta una acusación en tribunales por destruir bosques de un parque nacional. Los asentados de un fundo sureño queman miles de árboles de la Carretera Internacional de Puyehue, pese a las prohibiciones legales. Son algunas muestras de la irresponsabilidad nacional frente a la naturaleza. Paradójicamente, mañana se inicia, con muy buenas intenciones, la Semana del Árbol, organizada sin contar con las armas legales y económicas para detener la avidez de hormiga que consume la riqueza forestal chilena y destruye los parques nacionales.
La Semana del Árbol sería una buena oportunidad para dar derecho a voz a los árboles, ya que nadie les ha dado derecho a voto, como sugirió Vicuña Mackenna para que el bosque pudiera defenderse. Si el árbol tuviera derecho a voz, ¡las cosas que contaría! Un siglo y medio de matanzas a hachazos, millones de muertos en la hoguera, razas forestales que desaparecen diezmadas por un “nuevo orden que cambió el horno crematorio por la motosierra”, “minorías nacionales” que apenas sobreviven. Las que sobreviven lo hacen sobre las cumbres inaccesibles, lejos del Atila que viste ojotas o del Atila que lleva las botas de siete leguas del maderero.
El saqueo de la flora y fauna no termina. Prosigue con inagotables bríos. La esperanza puesta en los parques nacionales y reservas forestales, donde la ley obliga a conservar bosques, lagos, peces y aves, está siendo defraudada. En el mismo corazón de estos reductos se corta, se tala, se caza y se mata. Recientemente, un grupo de altos ejecutivos del Servicio Agrícola y Ganadero, SAG, encabezados por el gerente Roberto Ramírez, visitó durante una semana los principales parques y reservas de la Región de los Lagos, para imponerse de su estado “de conservación y destrucción”. El SAG choca con una aguda falta de presupuesto, a pesar de que hoy —según esos ejecutivos— existe más interés que en épocas pasadas. El grupo recorrió cerca de tres mil kilómetros de caminos cordilleranos, llegando varias veces hasta la frontera con Argentina.
Aunque suene raro, la existencia de los parques nacionales y reservas forestales casi es ignorada hoy día por la población. Se piensa a menudo que existen sólo en Europa o Estados Unidos. El chileno no defiende ni conoce los propios, tan hermosos como los extranjeros, pero amenazados o diezmados.
FILOSOFIA CONSERVACIONISTA
Menos de un siglo atrás no existían parques nacionales o reservas forestales en el mundo. Parque era sólo el de las ciudades. Tiempo después se tuvo conciencia de la necesidad de defender y conservar intactas las tierras que presentan fenómenos geológicos interesantes -cascadas, glaciares, cañones, desfiladeros-, o que dan abrigo a formación boscosas indispensables para la vida animal, la salud de los ríos y lagos, el deleite del hombre y la necesidad científica.
Los norteamericanos fueron los primeros en dar una voz de alarma. No era posible que el nuevo continente continuara destruyendo su más valioso patrimonio: su belleza. Finalizada la Guerra de Secesión, el Gobierno de Estados Unidos creó el Parque Nacional de Yellowstone —el primero de la Tierra—, en el cual se conservan hasta hoy numerosos géiseres y una interesan te vegetación. Más tarde, se habilitaron los parques nacionales Yosemite, Sequoia y del cañón del Colorado. Esto fue sólo el comienzo. Luego vinieron otros, y sobre todo, se formó una conciencia conservacionista en el pueblo estadounidense. Hoy, más de 20 millones de personas al año visitan esos parques.
La ola conservacionista encontró playas acogedores en Europa. Nacieron los parques del Gran Paradiso (Italia), de Pelvoux (Francia) y de Selva Virgen y Selva Negra (Alemania). La influencia europea dio nacimiento a los parques africanos de Umfulozi, Kruger y muchos otros, donde hoy se abandona rápidamente la caza legal de animales y se la reemplaza por safaris fotográficos. América latina, sin embargo, permanece atrasada en la materia. Sólo Argentina tiene una evidente conciencia conservacionista. Parques Nacionales como el de Nahuel Huapi, en Río Negro, son un ejemplo. Cientos de miles de turistas europeos y norteamericanos gastan dólares en pesca y caza controlada, y en visitas a lagos y bosques vírgenes. Existe una organizada red hotelera y de campings que permite realizar turismo a muchos. La destrucción de bosques o el más mínimo daño a un árbol están penados severamente por la ley. Los guardabosques tienen atribuciones para detener al infractor. Los parques están bien conservados, poseen financiamiento propio -tres por ciento de la Lotería Nacional- y una buena organización centralizada.
INDIGNACION Y PENA
Desde 1926, en Chile se han creado 41 “parques nacionales”, algunos imaginarios…Veintiocho de ellos no tienen administración. Para cuidar una superficie de dos millones y medio de hectáreas se cuenta con… 93 personas. Muchas de las cuales trabajan en viveros existentes en el interior de los parques. No cumplen labor de vigilancia. Los parques de mayor interés turístico son los de la Región de los Lagos, y se intenta unirlos en una gran zona de turismo con los parques argentinos, pero los más importantes se hallan virtualmente abandonados por falta de presupuesto para pagar guardabosques y administradores.
Junto a los parques nacionales existen también reservas forestales, tierras que el legislador consideró necesario que se preservaran para evitar la destrucción de la florifauna, el embancamiento de los ríos o la especulación con la madera. Se diferencian con los parques en que no son (teóricamente) intangibles. El Estado puede autorizar a particulares para que exploten sus bosques en forma racional (irracional, casi siempre, en los hechos). A veces una “reserva” es declarada “parque nacional” cuando se cree necesario no seguir explotándola por razones turísticas, de recreación o científicas.
Teóricamente los “intangibles” parques nacionales deben pertenecer en su totalidad al Estado, pero por una de esas curiosidades de la legislación chilena, existen zonas declaradas parques que en un 90 por ciento son propiedad de particulares. Legalmente esas pertenencias privadas deberían expropiarse después que se decreta el parque nacional. Por falta de financiamiento no se hace, y tampoco se defiende lo que es fiscal.
Los más importantes parques del Estado no tienen deslindes precisos ni demarcaciones que permitan cuidarlos y defenderlos. Mientras los argentinos poseen una detallada cartografía, los chilenos carecen de mapas y planos. Nadie los conoce por completo y no existen caminos para recorrerlos en toda su extensión, salvo en el caso de los más pequeños. El Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, el primero creado en Chile, y uno de los más extensos (240 mil hás), tiene sólo un guardabosques. La falta de vigilancia permite a los madereros colindantes explotar subrepticiamente los bosques que pertenecen a toda la comunidad. Sólo ahora último, gracias a los esfuerzos del Servicio Agrícola y Ganadero, SAG, y del Dr. Fernando Hartwig, jefe del Departamento Patrimonio de ese servicio, se inició un estudio de sus senderos, caminos, flora y fauna.
Con excepción de los parques nacionales Nahuelbuta, Contulmo y otros de importancia menor -todos de escaso tamaño-, se advierten graves problemas en todas las reservas y parques de la Región de los Lagos. Unos cuantos chilenos, con la colaboración de miembros del norteamericano Cuerpo de Paz, intentan “hacer algo”. Pero los problemas son demasiado grandes y los enemigos, poderosos. La Reserva Forestal Llanquihue (150 mil hectáreas) tiene instalados en su interior 1.500 colonos que consumen con avidez sus riquezas forestales y animales. Una gran proporción son ocupantes ilegales, que destruyen la única existencia de alerces que existe en reservas chilenas. Los cementerios de árboles cubren muchos kilómetros a la orilla de los caminos principales y las cumbres de altas montañas.
La Reserva Forestal Villarrica debería tener 169 mil hás, pero sólo conserva 20. Más de 35 mil se hallan en poder de ocupantes ilegales. Noventa mil fueron entregadas a colonos y 18 mil -afortunadamente- fueron declarados “parque nacional” (Villarrica y Huerquehue).
El Parque Nacional Puyehue, ubicado a 450 kilómetros de Osorno, constituye casi un resumen de todas las aberraciones que ha exhibido tradicionalmente la política de parques en Chile. Es quizá el que encierra más bellezas escénicas -lagos. lagunas, volcanes, árboles milenarios, helechos…-, y está unido por un buen camino con la zona de parques de Argentina. Desde el otro lado de los Andes llegan anualmente miles de turistas que quieren conocer lo que en Chile se llama con orgullo “la Suiza de América” Sin embargo, de las 130 mil hás de este parque (un 15 por ciento de la provincia de Osorno), sólo una décima parte se conserva en manos del Estado. El resto, en épocas diferentes, ha sido entregado a colonos o ha sido ocupado ilegalmente.
En su interior se encuentra el fundo Golgol, expropiado por la Corporación de Reforma Agraria, CORA. Está junto al nuevo Camino Internacional Puyehue, principal entrada turística del Sur. Ocurrida la expropiación, el Departamento Patrimonio de la División Forestal del SAG creyó que sería una buena oportunidad para recuperar aquellas tierras para el Estado y el turismo zonal. Pero nada de eso sucedió. Los asentados -poco más de medio centenar-, con la autorización de CORA, siguen destruyendo los bosques con hacha y fuego. Durante largos años se había explotado la madera de ese predio, arruinando la belleza de la zona y rompiendo el equilibrio biológico. Las laderas de algunas montañas al perder la amarra de los árboles, tienen el permanente peligro de caer sobre las casas Por esa razón murió el anterior propietario del fundo. Durante el terremoto de 1960 fue sepultado por troncos quemados, piedras y tierra de una montaña que él mismo había sobreexplotado. La gente del sector dice que “murió en su ley”. Lo mató el bosque malherido. Nunca han sido recuperados su cuerpo y la camioneta en que viajaba. Sobre el lugar en que murió hay ahora una cruz de… madera
A juicio del doctor en Ciencias Naturales Fernando Hartwig, los campesinos del fundo Golgol deberían ser asentados en tierras agrícolas. El bosque es pobre. Pan para hoy e incertidumbre para mañana. La medida debería tomarse pronto. Ya se están viendo las consecuencias. Un decreto de 1968 destinado a proteger la hermosa carretera internacional prohibió cortar los árboles ubicados a cien metros a ambos lados de la ruta. Sin embargo, hace pocas semanas los campesinos de ese fundo quemaron grandes extensiones de bosques ubicados a la orilla del camino, destruyendo la belleza de “la Suiza americana”. El roce y la corta de árboles, según el Jefe Zonal del SAG, se hizo con la venia de CORA y el Instituto de Desarrollo Agropecuario, INDAP. El hecho alarmó a Roberto Ramirez, gerente del SAG, que pudo comprobar personalmente los daños en su reciente visita a la región.
INVASION ELECTORAL
La tarea de conservar los parques nacionales y reservas forestales resulta muy difícil para el SAG. Es una de sus tantas responsabilidades y carece de fondos para llevar adelante un plan de envergadura. Cuenta con un reducido presupuesto que sale de las mismas cajas del servicio. Esto impide contratar el número necesario de expertos, administradores y guardabosques, y hace casi imposible la construcción de casas para los pocos que existen. Pese a todo, se empeña en un plan de construcción de viviendas en lugares estratégicos de parques y reservas. La dificultad se encuentra no sólo en el esmirriado presupuesto, sino también en las grandes distancias. El año pasado se ordenó construir una casa de guardabosques en Quiril, lugar de la zona de Reigotil, a mil metros de la frontera con Argentina. Para llevar los materiales y sus muebles el “favorecido” debió realizar 60 viajes en carreta con una duración de cuatro días cada uno… No existen caminos para otro tipo de vehículos. A los pocos días de terminada la casa de guardabosques, la dotación de un vecino puesto de Gendarmería aumentó su dotación de dos a 25 hombres.
Pese a su gravedad, los peores enemigos de parques y reservas no son la falta de recursos ni las distancias. Los conservacionistas señalan a un rival de muchas cabezas y de todos los colores: los que legislan, desde el Parlamento hasta la casa de gobierno. De eso parece tener constancia el administrador del Parque Nacional Puyehue, Alejandro Sepúlveda:
-Tiritamos antes de cada elección. La experiencia de muchos años indica que los candidatos ofrecerán legalizar la situación a ocupantes ilegales o prometerán conseguir una concesión para explotar madera en reservas forestales. Por desgracia, estas promesas, curiosamente, ¡sí se cumplen..!. De este modo se ha destruido gran parte de nuestras riquezas. Recorrer parques y reservas es para llorar de impotencia e indignación ¡Cómo es posible que lo mismo se repita en cada elección y nadie mueva un dedo!
Muchos sostienen que los ocupantes son pobres, que no tienen dónde vivir. La verdad es muy distinta, añade. En su mayor parte se trata de propietarios del valle que se apoderan de las tierras estatales para luego explotarlas y venderlas. Comenzaron hace muchos años en dos lugares más próximos a las ciudades. Hoy ya van muchos kilómetros arriba, encaramándose año a año, repitiendo siempre la misma treta. Cortan los árboles y después venden la tierra para engordar ganados, que se alimentan de brotes y pastos.
-Naturalmente que esas ventas son ilegales, pero detrás de ellos vienen los legisladores legalizando el crimen. De una vez por todas se debería prohibir la entrada de animales en verano, las veranadas, pues de otro modo los bosques nunca podrán renacer. Detrás de este negocio están a menudo grandes ganaderos que entregan a los ocupantes sus animales para que los engorden. Comparten con ellos parte de las utilidades.
Disposiciones legales permiten burlar la ley. Según Fernando Hartwig, un decreto del ex ministro de Tierras y Colonizacion de J. Alessandri, Julio Philippi Izquierdo, que autorizó la legalización de ocupantes con cierta antigüedad, ha servido para todo tipo de abusos. Considera que un decreto así no pudo haber sido obra de un nieto del o naturalista Rodolfo Amando Philippi.
MADEREROS DEL REQUIEM
Tal vez ningún país americano merece tanto como Chile el enérgico tirón de orejas que periódicamente dan los conservacionistas del mundo a las naciones de nuestro hemisferio. Llaman a América “el continente que desaparece” (“The vanishing continent”), debido a la falta de conciencia general sobre la necesidad de proteger los recursos naturales. Nuestro país es el que tiene el hacha más grande y afilada. El experto de FAO Lars Hartman después de visitar Chile en 1953, escribió:
–Tan destructivos son, generalmente, los métodos de explotación aplicados, que nos atrevemos a pronosticar el agotamiento total de los bosques nativos en un plazo no mayor de veinte años.
El sombrío pronóstico de ese experto finlandés evidentemente no se cumplirá en lo que a bosques artificiales se refiere (pinos insigne y oregón), pero no errará mucho el tiro en cuanto a las especies autóctonas más valiosas. Después del Réquiem para un girasol, el autor Jorge Díaz debería escribir réquiems para la araucaria y el alerce. Son los más hermosos árboles de nuestros bosques. El alerce, “príncipe de los árboles”, como llamó en el siglo XVII el padre Diego Rosales, se encuentra en vías de extinción. Ejemplares de varios miles de años, de 80 metros de altura y hasta 12 de circunferencia, han sido derribados sin control. Apenas quedan algunas hectáreas en parques nacionales y reservas, pues los que se hallan en manos de madereros sufren una explotación casi siempre irracional. No será fácil la recuperación. El alerce tarda más de 500 años en ser adulto. Resulta casi una ingenuidad –para no hablar de engaño puro y duro– pretender reforestar con esta especie en vez de impedir que se destruyan los ejemplares que han logrado sobrevivir. No existe control alguno. Perdura el criterio tradicional que no lo ha sabido apreciar.
La misma Gabriela Mistral se quejaba de la indiferencia frente a nuestro alerce:
–Nosotros los chilenos, que vamos busca y busca la araucaria al atravesar los Cautines y los Llanquihues, lo pasamos de largo aunque caminemos sobre su propio tapiz de agujas exhalantes. Es el juego tonto de “perder al rey por alcanzar a la reina…”
Llegará un día en que el chileno no podrá jugar a alcanzar al rey ni a la reina. La araucaria sigue siendo explotada. Los madereros entran a saco -como pudo comprobarlo esta revista-, cortando todos los árboles sanos y dejando sólo los enfermos, que no dan semillas. Ejemplares de 400, 600 y más años se están cortando en estos mismos días. Hay quien trata de reforestar con araucarias. Deberá esperarse un poco, eso sí. Cuatro siglos más estarán de nuevo plenamente desarrolladas…
Fernando Hartwig. que abandonó su carrera militar “teniendo la responsabilidad de una larga familia”, para estudiar en Alemania y dedicarse luego a luchar por la conservación de la flora y fauna, se manifiesta alarmado. Cree que para fines comerciales debería explotarse fundamentalmente el pino, que puede ser comercializado desde los 15 años. Sin embargo no ocurre así. En estos días se sustancia un proceso a un importante empresario maderero y periodístico de Llanquihue que durante largo tiempo cortó alerces de un parque nacional, según él, sin darse cuenta, porque son terrenos colindantes a los suyos. Otro tanto sucede a menudo con la araucaria araucana, que en Estados Unidos llaman “puzzle para monos”.
Aquel puzzle y otros tantos deberán resolver a corto plazo las autoridades antes de que los parques y reservas, las araucarias y alerces, cipreses y lingues, laureles, canelos y lumas, se conviertan en cosas del pasado. Está cerca el día en que las tierras chilenas tengan sólo eucaliptus, pinos y otras especies exóticas, como el sauce “pollerudo y afeminado” y el álamo “emperifollado y escrofuloso”, como ironizó –como era su costumbre- Senén Palacios a principios de siglo. Hasta el copihue parece una planta destinada a desaparecer. Desde antiguo es el símbolo de la nacionalidad, “la flor de Chile”. Ahora puede convertirse en símbolo de la indolencia. Ya casi no se le encuentra en los bosques de las cordilleras sureñas. En Valdivia se vende su tallo transformado en objetos de cestería, reemplazando al mimbre. Y en Temuco. “la tierra de los copihues rojos”, quieren condenarlo a muerte. El 22 de abril se realizó en la capital de Cautín una colecta llamada “del copihue”. Los fondos estaban destinados a alguna obra de beneficencia. Miles de temuquenses llevaron por algunas horas un copihue en la solapa en vez del pequeño papel tradicional… Con esta bárbara celebración y explotación se puede estar escribiendo un tercer réquiem: el del copihue.
Dejemos un brote de optimismo: ojalá sea verdad eso de que no siempre lo peor resulta cierto. Que no triunfe el sinsentido.
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