Costa de Paraná | Los rastros perdidos de la quietud

Costa de Paraná
Los rastros perdidos de la quietud

Pegada al corazón y a la razón se nos quedó la costa brasileña de Paraná, entre los estados de Santa Catarina y Sao Paulo. Es un lugar de playas para gozar, especialmente su Isla de la Miel, el otro nombre del Edén, donde hay 80 posadas, 2.000 camas para turistas y ningún vehículo a motor.

Texto y fotos de Luis Alberto Ganderats

Buscando los rastros perdidos de la quietud, llegamos no hace mucho a la brasileña Ilha do Mel. Es un lugar perfecto para desconectarse. Se halla en el mismo estado de las cataratas de Iguazú –el Estado de Paraná–, pero en el extremo opuesto, casi pegada a la costa. A este Litoral do Paraná, que es su nombre oficial, le llamaremos la Riviera Brasileña, por sus cientos de playas blancas, enormes bahías y su multitud de italianos. Sólo su Ilha do Mel tiene 25 playas vírgenes, con enjambre de surfistas, y una atmósfera bucólica. Llegamos en una embarcación liviana llamada Mapuche (hecha en Chile), y junto al muelle sólo vimos carretones de mano. Está prohibido todo vehículo a motor, y las maletas, mochilas, tablas de surf  y todo lo que sea necesario, se sube a los carretones para llevarlos hasta alguna una de las 80 pousadas existentes en la isla, que ofrecen unas 2 mil camas para turistas.

Casi todos los viajeros acceden a través de Curitiba, la ciudad más ecológica de América, una antesala verde y hermosa para dar un primer paso hacia el rescate de lo natural. Está a 180 minutos de la Riviera Brasileña si viajamos en auto y a 4 horas si se toma un tren movilizado por la nostalgia, el Serra Verde, que lleva hasta Paranaguá, la principal bahía de la costa, donde hallaremos balnearios que se llaman Portofino, Ipanema, Shangri-la y otros nombres llenos de sugerencias www.serraverdeexpress.com.br

Durante los días y noches vividos en Ilha do Mel –Isla de la Miel–no sólo gozamos de su dulzura y tranquilidad. Caminando a través de sus caminos-laberintos, en medio de una vegetación vigorosa, pudimos conocer algunas de las playas vírgenes más admirables de Brasil, y alcanzamos al faro, sobre un encumbrado morro. En esta subida hicimos un descubrimiento sorprendente: el espionaje de cardúmenes que realizan los pescadores de la zona. Para atraparlos, emplean métodos propios. En distintos lugares altos vemos a hombres solitarios y quietos que observan el mar casi sin pestañear, durante días enteros, parados sobre una roca sobresaliente. Cuando advierten la presencia de un cardumen –de tainhas u otras especies de orilla– se comunican por radio con los pescadores que hacen guardia en la playa. Rápidamente, estos sueltan enormes redes en el mar. Cuando la encerrona tiene éxito, hay gritos y celebraciones. La misma técnica se emplea en otras áreas de la gran bahía de Guaratuba, vecina de la Ilha do Mel, que tiene grandes playas blancas. Si faltan cerros sobre el mar, los vigías acechan de pie en precarias atalayas de madera y metal, que parecen trampolines sobre la gran piscina del Atlántico. Gracias a estos hombres quietos, en muchas ciudades de la Riviera disfrutamos de deliciosas tainhas a la hierba fina, en teja o a las brasas en un restaurante de Ilha do Mel, el cual –dicho sea de paso– proclama sus propios Mandamientos, empezando por un muy realista: “honrar padre, madre y… cuñada.”

Aquí se honra a la naturaleza tanto como a las cuñadas. Estamos en una zona de  Patrimonio Natural de la Humanidad de la UNESCO. Ilha do Mel es una estación ecológica, y al lado, en otras islas, se extiende un  parque nacional apenas pisado, el precioso Superagüi. En esta costa atlántica del Estado de Paraná, que tiene sólo 98 km de ancho, se extiende la Riviera, con dos enormes bahías, la de Paranaguá y Guaratuba, y las selvas más protegidas del Brasil. Sobresalen la ciudad balneario de Guaratuba, y Matinhos-Caiobá, que se parece a Río de Janeiro por sus playas, sus palmeras y la llamativa decoración de las veredas. Se arriendan miles de casas y también son miles las camas de hoteles. Los que prefieren villas históricas deben visitar Antonina, Morretes y Paranaguá. www.turismo.pr.gov.br  Y en todas ellas les ofrecerán uno de los platos más sabrosos que he probado en América, el barreado. Se hace de tocino y carne cocida por 4 horas, y hasta durante  un día entero, en algunas cocinas fieles a las normas que trajeron los portugueses hace 300 años. Hay que saborear el barreado –caldo grueso y sabroso– con arroz, harina de mandioca y lentamente, como se lo merece.

Secretos de la Isla de la Miel 

Saliendo por el día desde la isla, es posible descubrir entera esta bella Riviera Brasileña hecha con manos polacas, italianas, alemanas, portuguesas, para volver en la tarde a disfrutar del tibio silencio en las playas de Ilha do Mel. Al iniciar o terminar la visita podemos viajar en el ya mencionado tren que une Curitiba con Paranaguá, en viaje de cuatro horas. El moderno convoy del Great Brazil Express avanza entre cerros verdes de la selva atlántica, a través de 80 túneles y viaductos de la Sierra del Mar, muchos traídos desarmados de Europa hace un siglo. Los que aman el riel, pueden viajar en tren por varios días desde Curitiba a Río de Janeiro o de Río de Janeiro a Foz de Iguazú. Son experiencias de viaje dignas de la mejor colección personal.

Ilha do Mel también es para coleccionistas exigentes. Su clave me la explicó Carlos Gnata, presidente de la Agencia de Desenvolvimento do Turismo Sustentavel do Litoral do Paraná, propietario de la pequeña Pousada Enseada das Conchas www.pousadaenseada.com.br  El secreto está en que las construcciones sólo pueden rasguñar la tierra: ocupan sólo el 5 por ciento de sus 2.700 hectáreas. Y todas se rigen por normas ecológicas, no sólo turísticas, y las controlan  las autoridades ambientales en lugar del Ministerio de Economía. El 95 por ciento del territorio sigue siendo área protegida de selva atlántica, restingas y arenales. A principio de los 90 había una docena de posadas, y pudieron multiplicarse a partir de 1998 cuando hubo suficiente energía eléctrica, gracias a la instalación de un cable submarino. Pero su arma secreta no llegó por cable submarino, sino que es producto isleño. Se trata de la sonrisa de su gente, que ilumina más que la electricidad y nadie cobra. También son buenos el transporte y las tarifas. Una buena habitación para dos personas, con desayuno, cuesta 45.000 pesos chilenos diarios en una posada de precio medio, y hay breves vuelos directos a Curitiba desde Buenos Aires y Montevideo, a cargo de Gol y Pluna, líneas aéreas que también llegan a Chile. En Ilha do Mel viven algo más de 1.300 personas, que reciben a turistas de Europa (casi 70 por ciento), Latinoamérica, Canadá y Estados Unidos. Litoral do Paraná es un secreto que guarda Brasil, entre los estados de Santa Catarina y Sao Paulo. Es el Brasil que deberíamos conocer si buscamos los rastros perdidos de la quietud en una atmósfera de sol, playa y selva. Y con muchos polacos, como en la dulce historia de Bajo el sol de la Toscana. Una Riviera que se nos queda pegada al corazón y a la razón.

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