Asomándose a la mafia
Es inquietante entrar al silencioso pueblo de Corleone tomando fotografías. Asusta apuntar con la lente a sus balcones de cortinas oscuras, donde se divisan algunas siluetas. Nosotros no los vemos; ellos nos ven. Hicimos esta prueba en 1983, casi inocentemente. No sabíamos que estaba en su etapa más sangrienta y final una guerra de tres años entre los clanes de Sicilia, para quedarse con el control de la Cosa Nostra. Ya habían sido asesinados cientos de mafiosos. Ganaron y reinaron los jefes de Corleone. Hoy, sin embargo, se encuentra fuera de circulación la Santísima Trinidad corleonesi: está preso el jefe de esos días, Riina. Quien lo sucedió en 1993 fue Bernardo Provenzano. Ese mismo año murió en prisión Luciano Liggio, el capo que los dirigía desde la cárcel, el cual no tenía mucha confianza en Provenzano: “Dispara como Dios, pero tiene cerebro de gallina.”
Hace un año fue apresado el cerebro de gallina -que estuvo 43 años oculto-, y lo metieron en la jaula. Desde entonces muchos amantes de El Padrino y del género cinematográfico mafioso, encabezado por la historia de Vito Corleone, empiezan a asomarse por este pueblo de 12 mil habitantes, en el centro de la isla. El alcalde Nicolisi, agradecido con los jueces y policías que “liberaron al pueblo“, les acaba de otorgar la residencia honoraria. Ellos le habrán agradecido de la boca para afuera. Se sabe que en Corleone cuesta menos encontrar a un enemigo que a un amigo. En la Semana Santa 2007, después de 40 años, y para dar sensación de normalidad, se autorizó el uso de capuchas en las ceremonias. Pero los mafiosos se parecen a las baratas: brotan exactamente en el lugar contrario donde se les busca. Ahora son universitarios, licitan millonarias obras públicas, cobran por protección y trafican drogas. (Después de publicar este texto en Viajes de La Tercera hemos encontrado un vistoso letrero (foto) de la Vito Corleone School of Business de la Universidad de Nevada. Por un momento nos pareció una vulgar fake news, una información mentirosa. Pero ha recibido, dicen, “jugosa ayuda de amigos del señor don Vito, aunque menos que la de Chicago”.
Corleone (foto) parece menos peligroso ahora. Una visita puede recomendarse con entusiasmo. Pero lo más extraordinario es el viaje, recorrer los pueblos vecinos: San Cipirello, Alessandria Della Rocca, Chiusa, Sambuca di Sicilia. Veremos villas de piedra atornilladas a la roca, para dejar así libre la tierra cultivable. Lo que fotografiamos son hombres maduros. De negro, agrupados en las plazas como aves de mal agüero. Campesinos enjutos, de boina. Llevan siglos con la chaqueta bajo el brazo. Debemos disfrutar del turismo dorado de Sicilia -Palermo, Messina, Segesta, Catania, Siracusa, Selinonte, Agrigento-, sin olvidar jamás los pueblos del interior. Viven en silencio. Como si no existieran. Pero en ellos todo es asombro. Dan el máximo placer al viajero curioso.