Maratonistas y viajeras viven más
Un admirable fenómeno de la naturaleza se repetirá a fines de octubre cerca de Ciudad de México. Unas 120 millones de mariposas monarca empezarán a llegar como nubes naranjas desde Estados Unidos y Canadá, coloreando el cielo y los bosques. Turistas de todos los continentes se preparan para recibirlas, muchos de ellos participando durante febrero del Festival de la Mariposa Monarca, en Angangueo, Michoacán, al lado del Estado de México. Este año será más importante que nunca. La UNESCO acaba de declarar “bien natural de la Humanidad y reserva de la biosfera” al ya existente Santuario de la Mariposa Monarca, formado por varias zonas de bosques que acogen a esas mariposas: Santuarios El Rosario, El Cacique, El Llano del Toro” y otros de los Estados de Michoacán y México.
Verdadera proeza es la que realizan esas millones de mariposas, que vuelan –planean, principalmente– durante más de un mes desde la región de los Grandes Lagos, zona fronteriza de Estados Unidos y Canadá. Después de nacer en una “maleza” llamada asclepia o lengua de vaca, de la cual también se alimentan, emigran buscando climas que les permitan primero invernar y acumular energías, luego aparearse e iniciar en seguida el vuelo de regreso. Este proceso completo va desde el otoño hasta fines de la primavera del Hemisferio Norte (septiembre-octubre hasta marzo-abril.)
Cabalgando y caminando varios kilómetros, unos 100 mil turistas cada año, suben la Sierra Madre, desde Ciudad de México o Michoacán, en tours organizados, para admirar el espectáculo. Los bosques, espesos de enormes pinos oyamel, lucen saturados de hojas naranjas, que sólo son enjambres de bellísimas mariposas maratonistas. No existen otras de su género que hagan viajes de ida y vuelta como éste, de 4 mil kilómetros o más, aunque pesan sólo un gramo. Avanzan sólo de día, pues son guiadas por el Sol, que actúa sobre algunas células de su cerebro, sus relojes-brújulas.
No todas las monarcas emigran a México. De cada tres generaciones, hay una que nace, permanece, se reproduce y muere en territorio norteamericano, si bien ha sido “engendrada” en México. No necesita emigrar, pues en el verano tiene temperatura suficiente para madurar, aparearse y poner sus huevos. Son sus hijas las que viajan cuando “saben” que se acerca el invierno y necesitan un clima más benigno. En México pasan la invernada muy quietas Al entibiarse el aire maduran y juntan grasa para soportar la larga travesía. Antes de iniciar el viaje de regreso, se aparean. Podríamos decir –simplificando– que en tres generaciones, las abuelas y las nietas han viajado a México a pasar la invernada y han regresado con la primavera. La madre, es decir, la generación intermedia, nunca abandona el territorio norteamericano y tiene una existencia más breve, de apenas unas semanas. Las viajeras, en cambio, han vivido hasta nueve meses. Un argumento nuevo para aquellos que nunca renuncian a viajar.