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Haití. Isla de la Tortuga | Mala sombra bajo el sol – Luis Alberto Ganderats
Haití. Isla de la Tortuga | Mala sombra bajo el sol

Haití. Isla de la Tortuga
Mala sombra bajo el sol

Esta isla de Haití ganó fama por Piratas del Caribe, que ahora prepara la séptima versión entre rumores de encantamiento vudú que afectarían a Johnny Depp. Pero La Tortuga no goza de mejor suerte. Tiene una de las 10 playas más bellas del Caribe, que permanece vacía en medio de conflictos de intereses. Es, sin embargo, estimulante desafío para los amantes de la aventura, y regala sorpresas: una Universidad Valparaiso en el puerto de embarque y un equipo llamado Colo Colo…  

TEXTO Y FOTOS: Luis Alberto Ganderats, DESDE HAITI

Como si al piloto le incomodara la línea recta, nuestra embarcación zigzaguea y zigzaguea por el Canal de la Tortuga. Por momentos, las anchas velas rozan el agua color turquesa. Magnífico como espectáculo, pero mareadora como diversión. Eso nos tiene sin cuidado a los que vamos a bordo. Todos disfrutamos de las nubes monumentales colgadas del cielo y se especula sobre la visita que haremos a una playa clasificada entre las 10 más hermosas del Caribe por la revista Conde Nast Traveler. Desde el avión –a nuestra llegada– la hemos visto extensa, ancha, de arena blanquísima. Y vacía. La actividad turística no toca sus orillas. Como sabremos luego, una bruma de misterios oculta las causas de este desperdicio.

Pointe-Ouest se llama esta playa oculta de La Tortuga, que en castellano significa Punta Oeste. A Punta Cana, hoy famosa, le ocurrió algo parecido hasta los años 70. Situada en el otro extremo de la isla que comparten Haití y República Dominicana, hoy se halla repleta de hoteles y turistas, mientras Pointe-Ouest –que podría ser un rival importante —no le ha brotado ni siquiera una pensión de mala muerte. En su entorno sólo hay pescadores y campesinos pobres. Lo mismo ocurría con Punta Cana antes que la compraran inversionistas de los Estados Unidos. Ellos sólo se proponían…sacar madera y arena para la construcción en Puerto Rico. Pero fue el sistema “todo incluido”, lo que la convirtió en El Dorado dominicano. Pointe-Ouest podría ser mañana una mina de oro de La Tortuga, cuya historia como refugio de filibusteros inspiró la serie Piratas del Caribe, de Disney.

Cuando la gente de La Tortuga se refiere al resto de Haití –a unos pocos minutos de navegación—le llama Grande Terre. Fue en esa Tierra Grande donde abordamos la embarcación que nos lleva ahora a conocer la playa haitiana que el mundo no conoce.

Valparaiso y Colo Colo

Zarpamos desde un puerto histórico de Haití, nacido con el nombre de Valparaíso, en 1644, cuando toda la Grande Terre era colonia española, y la Isla de la Tortuga, tierra de nadie, refugio de piratas. Sigue vivo aquí el nombre de Valparaiso (sin acento), y en forma destacada, aunque Francia cuando colonizó el actual territorio haitiano le puso otro nombre: Port-de-Paix. Fue la primera ciudad francesa de lo que hoy es Haití. Su centro de estudios superiores hoy se llama Université Valparaiso (Inivesite Valparezo en lengua creole), y usa las misma siglas, UV, de la universidad chilena. Fue fundada en este siglo por un ex primer ministro haitiano, y ofrece carreras como Derecho y Ciencias Económicas.

También se llama Valparaiso el hotel tal vez más antiguo de la ciudad, junto al puerto, cuyo primer dueño habría pasado por Chile. Y eso no es todo; al frente, en La Tortuga, me acabo de enterar de algo impensado: un equipo principal de la isla se llama Colo Colo de La Tortue. He visto a sus jugadores, todos negros o mulatos, moverse con notable destreza y golear por 4 a 0 al Cash Bull, en una final de la liga, disputada en un campo de tierra color ladrillo. Vestían de blanco, con medias rojas. Junto a la cancha, el público alentaba de pie. Los varones llevaban ropa moderna y las chicas lucían compuestas, y mucha gracia. Casi todos los jugadores viven en Aux Palmistes, la dispersa “capital” de La Tortuga.  Ellos cuentan que el nombre Colo Colo se lo deben al club chileno que en 1991 ganó la Copa Libertadores. Que se sepa, no existe contacto entre ambos clubes, y en nuestro país los colocolinos ignoran, al parecer, que les salió este brote de sangre africana. Pero lo chileno tiene en este país una presencia aún más significativa: el lema de nuestro escudo nacional, “Por la razón o la fuerza”, es de origen haitiano (ver recuadro).

Labadee, el espejo

Nuestro barco se acerca a la playa más bella de Haití. Luego de casi tres horas, los ojos de todos nosotros se maravillan al ver las arenas blancas de Pointe-Ouest. Un destello púrpura atraviesa la bóveda del cielo, y un foco de luz alumbra largo rato un lejano punto de las arenas, como queriendo resaltar este escenario excepcional de las Antillas. Es de esos lugares del planeta por los cuales cualquiera rogaría vivir un día más, aunque en el entorno no hay árboles, palmerales ni cocoteros, sino masas de arbustos. Tampoco vemos  gente sobre la playa. Sólo dos embarcaciones sin tripulantes. En la lejanía se divisa un caserío cerca del mar, con techos de paja. Algunas personas se asoman, tal vez atraídas por las llamativas velas de nuestra embarcación. Pronto desaparecen.

Llevando sobre la cabeza nuestros bolsos fotográficos, los viajeros saltamos al agua en traje de baño. Nos han advertido que una de las limitaciones de Pointe-Ouest es que no tiene agua dulce. Las napas son todas saladas. Por eso llevamos bebidas. Si se construyera un puerto, como prometiera hacerlo en 2014 la empresa de cruceros Carnival Corp, los barcos deberían traer bebidas para los pasajeros que bajen a las playas. Quien quiera construir hoteles masivos como los de Punta Cana, tendría que financiar una planta desalinizadora de agua de mar. O traerla por cañería desde un lugar donde la halla, que no es La Tortuga, pues cada día sus napas dulces se adelgazan un poco más. “Hay que juntar agua en días de lluvia”, me dijo un pastor protestante en Basse Terre.

No produjo extrañeza que Carnival pensara en construir aquí un puerto para cruceros. Su competidora principal, Royal Caribbean, ya desarrolló su propio puerto en Labadee, fondeadero situado al lado de Cap-Haitien, ciudad que ocupa el lugar donde Colón hizo levantar el fuerte Navidad, la primera construcción europea de las tres Américas. A este “private paradise” de Royal Caribbean llegan miles de cruceristas. Por ser paraíso privado, los haitianos tienen acceso restringido. Sólo pueden entrar lo que trabajan para la empresa, o han sido seleccionados para vender artesanías. Todo el resto viene de las bodegas de sus barcos. Estuvimos ahí en sus primeros años y fuimos testigos de que ningún pasajero podía ingresar a Haití más allá de la pequeña playa concesionada. Aún más, en el programa de viaje ni siquiera se nombraba el país. Se decía “Labadee, La Hispaniola”. Muchos desembarcaban por horas en Haití sin saberlo. Ahora Royal Caribbean promueve la visita de los cruceristas a las soberbias  construcciones históricas haitianas, en tours organizados. Incluso se sabe de pasajeros aislado que llegan hasta Pointe-Ouest, tentados con conocer una de las 10 playas más bellas del Caribe. Y en el enorme espacio que hoy dispone, Royal Caribbean no sólo ofrece playas blancas, sino  un sinnúmero de entretenciones, incluyendo el canopy más largo del mundo sobre mar.

Crear una nueva Labadee pudo estar entre los planes de Carnival Corp para su anunciado puerto de cruceros en Pointe-Ouest. Invertiría 70 millones de dólares, según informó años atrás David Candib, su vicepresidente de entonces y ahora. En estos días lo rodea un espeso silencio. Y la historia de encantamientos y desencantos de La Tortuga es capaz de comprometer cualquier futuro. Este émulo de Labadee puede convertirse en nada.  

Yang-tsé antillano

¿En qué está hoy el proyecto?

Falta información. Se sabe que existirían  compromisos vigentes  anteriores al que Haití asumió con Carnival. Secretamente, el dictador Francois Papa Doc  Duvalier habría comprometido la venta o el arriendo por 99 años de toda la Isla de la Tortuga. El favorecido fue un polémico inversionista de Texas, Don Pierson, derecho legal que habría heredado su hijo el abogado Gray Pierson. Esos dos viejos personajes proyectaron hacer de La Tortuga una isla privada con puerto libre, más un “paraíso fiscal” que un paraíso con palmeras. La propiedad pasaría a manos de Dupont Caribbe Inc, empresa bajo control de  Pierson y Duvalier. La Gulf Oil  (hoy Chevron Corp) se había comprometido a invertir 300 millones de dólares en “obras de adelanto” y en negocios propios. Pero murió Duvalier, y el proyecto pasó a manos de su hijo, Jean-Claude, dictador hereditario, quien terminaría llevándoselo al cementerio hace 4 años, ya derrocado. Ahora podría recuperarlo su nieto Francois-Nicolas Duvalier (35), que se prepara para ser candidato presidencial en 2021, por el movimiento HaitíLibre.

Un hotelero de origen alemán y sus descendientes han sido por largo tiempo el  tercero en discordia. Dijo poseer derechos de arriendo en Pointe-Ouest (sólo de la playa). Se trata de Walky Bussenius, entonces propietario del Hotel Mont-Joli de Cap-Haitien. Su hijo quien promovió o apoyó la visita de la revista Condé Nast Traveller a Pointe-Ouest. Tuvo, al parecer, cercanía cpn el el ex presidente René Préval, muerto el año pasado, quien hizo un inaudito esfuerzo: durante la visita del equipo de esa revista viajó hasta Pointe-Ouest con su jefa de Turismo y guardias, utilizando helicópteros de la ONU. Ahí permitió que se le tomaran fotografías chapoteando en sus aguas, al mejor estilo de Mao Zedong en el Yang-tsé.

Estos tres intereses en pugna (¿habrá otros?) parecen tener en veremos el proyecto Pointe-Ouest y a La Tortuga en punto muerto. No se sabe si están negociando entre ellos o con el gobierno. Le preguntamos insistentemente al alcalde de La Tortuga, Lubin Josemane, pero guardó silencio. Puede no haber uno sino muchos gatos encerrados. Es posible temer que la gran roca de La Tortuga se encuentre  envuelta en materias explosivas: secretismo, codicia, nuevo colonialismo y corrupción.

No es realismo mágico

¿Y por qué no dejar a Pointe-Ouest tal como está? Así lo sugirió Ron Hall, el redactor de Condé Nast: “Encontrar en cualquier lugar del  mundo una playa de esta calidad sin un edificio, sin una carretera, sin incluso un barco de excursión, es un lujo raro. Lo único que le falta a Pointe-Ouest para lograr la perfección –remató con la boca seca­- es un pequeño bar de playa hecho de madera flotante, atendido por  un amable y talentoso barman…”.

Tal vez Ron Hall no habría firmado con sus iniciales un texto semejante si hubiese recorrido La Tortuga por tierra, en vez de llegar por aire, como lo hizo. La isla necesita con urgencia un plan para sacar a los tortuguenses de su atraso. “Nosotros sí sabemos de la miseria de ser pobres”, dice  Berlanda Belhomme, del caserío de Place Negre, esposa de un campesino. En  la isla se respira un olor a abandono. Aunque son unos 45 mil habitantes, no hay nada que se parezca a una ciudad pequeña o pueblo en forma. La Tortuga es rural de punta a cabo, y en el interior y los extremos vive la minoría. En la costa se encuentran los lugarejos principales, que llevan nombres roncos, como Mare Rouge y Gros Raisinier.

Hay pocos caminos –todos de tierra– y el resto son senderos o caminos de herradura, empinados como toboganes, muchos en estado calamitoso. No existe transporte público, y vemos a cientos de sus habitantes caminar o montar burros durante horas para ir a un centro de salud. Algunos de estos centros son como posta rural chilena de hace un siglo, donde cualquiera que no estuviera moribundo pasaba por sano.

En casos de emergencia, los menos pobres contratan moto-taxis. El conductor que me llevó hasta Mare Rouge, el área más poblada, me advirtió que si llovía teníamos que suspender el viaje. Muchos tortuguenses navegan a Port-de-Paix y a otros puertos de la Grande Terre, en busca de mejor salud o de papeles legales. Como La Tortuga es montañosa, el avance por cualquier medio se hace muy difícil. Sin aviso previo los caminos se convierten en huellas. Ir por tierra de una punta a otra de La Tortuga, apenas unos 35 kilómetros, exige un día completo de viaje. Y si ha llovido, ¡una semana! Los pocos servicios estatales que existen no disponen de vehículos para movilizarse. Lo que vemos aquí no es realismo mágico. Realismo triste, diría García Márquez, porque sólo en París vivir con poca comida es considerado un arte.

Existe medio centenar de templos protestantes y media docena de capillas católicas, pero no hay un solo restaurante. Tampoco hay hoteles de turismo que merezcan ese nombre, como los que tiene Puerto Príncipe, servidos por cadenas internacionales (Marriott, NH, Best Western). En La Tortuga ha cerrado el Princesse, su único gran hotel, “por la crisis económica”, nos dice su alcalde, Lubin Josemane. Para enfrentar la emergencia, en su municipio de Aux Palmistes el alcalde creó un lugar de alojamiento para mochileros (contacto: ljosemane@yahoo.fr). Sobreviven el Auberge, en la ex capital, Pointe des Oiseaux, y los hotelitos Islande y L’Amour Tortugaise. Es posible arrendar una casa, por días, como la pequeña Haití Private Surf House, en el sector costero de Mare Gauthier (www.airbnb.cl, o www.booking.com).

Bucanero en la mira

Por la ausencia de hoteles confortables, la mayor parte de los viajeros que se interesan por La Tortuga alojan en Port-de-Paix –la antigua Valparaíso–, a 20 minutos de navegación. O lo hacen en otras ciudades de la costa norte, como Saint-Louis du Nord. Contratan barcos a motor o vela para acercarse a las hermosas cuevas como la llamada Bóveda de la Iglesia, en Palmistes, o hacer buceo y windsurf en la playa de Sapotille; y visitar lugares que inmortalizaron rudos navegantes, famosos por las novelas de Salgari, y, en los últimos 15 años, por la saga Piratas del Caribe. Por estos días, Disney trabaja en la séptima versión, que tendría nuevamente a Johnny Depp como protagonista. Pero con una condición: antes de un año debe superar una grave crisis de depresión y alcoholismo, que lo tiene desfigurado. Algunos suponen que le afectaron muy duramente el abandono de su mujer y su completa bancarrota tras despilfarrar muchos millones de dólares. El barquero Evenande Augustin piensa distinto. Me dice que Depp parece ser víctima de una maldición.

No sólo lo piensa él. Muchos aquí culpan al cine hollywoodense de haber satanizado la imagen del vudú. Y no ven a Depp como inocente. En Piratas del Caribe-4, su personaje, Jack Sparrow, se embarca con el filibustero más temido de la historia, Barbanegra, quien es presentado en el filme como un despiadado maestro del… vudú. El propio Sparrow poseía un muñeco utilizado en prácticas mágicas.

Existe una sugestiva coincidencia, que pareciera dar oxígeno a la teoría del encantamiento o maldición: el mismo año 2003 en que Johnny Depp se iniciara como protagonista de Piratas del Caribe, el vudú fue declarado religión oficial. Se hizo indomable, y más temido.

Si pudiéramos preguntarle sobre esa posible maldición al difunto más sabio,  Giordano Bruno, que creyera ciegamente en la magia, quizá repetiría su famoso “se non è vero, è ben trovato.

Si no es verdad, está bien pensado.

Haití en el Escudo de Chile

Luis Valencia Avaria, gran académico de la Historia, nos dijo un día que el lema de nuestro escudo nacional, “Por la razón o la Fuerza”, tiene origen haitiano”.  Bernardo O`Higgins le pidió, por escrito, a Juan Egaña, redactor de la primera versión del Acta de Independencia, que incluyera una frase del gobernante de Haití Alexandre Pétion, a quien él admiraba. Esa frase decía: “Somos libres porque tenemos fuerza para serlo”. O`Higgins sintetizó esa idea en “Por la razón o la fuerza”, y la hizo incorporar al escudo de su escolta. “Era—nos dijo Valencia Avaria—una posición netamente personal,  no un lema para la nación”. Sin embargo, un siglo más tarde, durante la llamada “guerra de Don Ladislao”, un conflicto falso destinado a impedir que Arturo Alessandri asumiera el poder, el entonces ministro de Guerra, Ladislao Errázuriz, resolvió incorporar ese lema al escudo nacional. Lo hizo mediante un decreto de guerra publicado en el Boletín del Ejército, hace 98 años.

Hijo de un colono francés y de una mulata haitiana, Pétion se incorporó así a nuestra historia. Fue gobernante de una fracción de Haití por 12 años, y ayudó dos veces a un Bolívar triste y vencido para que lograra la independencia de Venezuela y de buena parte de las colonias españolas, a cambio de su compromiso de terminar con la esclavitud. Le hizo entrega de más de 6.000 fusiles, una imprenta, goletas y dinero. Con esa ayuda, tras nueve años de altibajos, Bolívar logró la emancipación de los actuales Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá. Haití se convirtió en la llama que incendió una revolución continental. Tal vez O´Higgins supo del pensamiento de Pétion por Bolívar o por Francisco de Miranda, su amigo y tutor venezolano.

Bolívar dijo que un día Hispanoamérica proclamaría a Piéton como su Libertador. Hoy, en Santiago, sólo una desconocida callecita lleva su nombre. 

¿Por qué tan pobres?

La pobreza de Haití obedece a una causa principal: vive un mar humano en tierra pequeña, montañosa y empobrecida. El mar humano se puede entender bien con una cifra: el número de habitantes por kilómetro cuadrado que hay en Haití, es como si Chile tuviera hoy 330 millones de habitantes en vez de 18. ¿Por qué tanta población? Durante la época colonial, los franceses introdujeron riego en los cultivos (azúcar, algodón, índigo), y necesitaron mucha mano de obra. La trajeron en forma de esclavos desde sus colonias en África, principalmente de Dahomey, hoy llamada  Benín, una de las cunas del vudú. Cuando los haitianos se rebelaron, nació la primera república negra de la historia y el primer país independiente de las tres Américas después de Estados Unidos. Pero ese mar de negros y mulatos endeudados, sin una buena educación, pasaron décadas pagándoles indemnizaciones millonarias a los colonos franceses por la expropiación de sus tierras.

Estas explicaciones parecen llenas de sentido, pero no hay respuestas que lo expliquen todo. La Isla de la Tortuga no se halla tan sobrepoblada, pero es la que paga el precio más alto por la pobreza generalizada del país. La emigración es su dolorosa vía de escape. Se van a las Bahamas, a República Dominicana, a… Chile.

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