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Genaro Arriagada | “Quiero ser presidente… de una empresa privada” – Luis Alberto Ganderats
Genaro Arriagada | “Quiero ser presidente… de una empresa privada”

Genaro Arriagada
“Quiero ser presidente… de una empresa privada”

Publicado el 24 febrero 1992

Genaro es un nombre que llevan catorce santos cristianos. Si llegan a quince algún día no será por este dirigente democratacristiano nacido a la política en el Partido Radical. A los 48 años, no es aún hombre religioso y no alcanzó a morir como mártir en los años del régimen militar, y a expresar su oposición de diversas maneras. Nunca fue al exilio. Ni siquiera cuando conoció la justicia militar por dentro y por fuera, por libros y artículos como Militarismo, enfermedad infantil de los militares. Tal vez se le respeta por su rigor y el esfuerzo por alcanzar la objetividad: ha declarado que el golpe de 1973 “no se explica a través de un chivo expiatorio. No se puede explicar ni por la maldad de cuatro generales ni por el error de un hombre. No hay nadie en Chile que no sea responsable”.

Estuvo retirado de la vida partidaria entre 1967 y 1969, para trabajar entre ingenieros. En 1970 asumió como secretario político de la campaña presidencial de Radomiro Tomic; en 1988 fue secretario ejecutivo del Comando por el No y ahora es vicepresidente de su partido. Tercerista, pero casado con nadie en la lucha interna para designar candidato presidencial post Pinochet, estuvo con Frei Ruiz-Tagle y no con Aylwin.

Poco le gusta hablar de temas personales. Aquí lo hizo.

¿Qué recursos tiene para enfrentar sus momentos de depresión?

Trabajar hasta quedar extenuado y hacerlo por semanas y meses. Las depresiones rara vez son “momentos”.

¿Cómo son sus relaciones con el sentimiento de culpa?

Atroces. Me persiguen las más variadas formas de culpa y con ellas todas sus formas menores: un exagerado sentido del ridículo; la idea de haber dicho algo inconveniente; de haber sido involuntariamente grosero o injusto con alguien a quien quiero o respeto. Parte de mi vida diaria es autorecriminarme.

Describa lo que para usted es su mejor fiesta.

En el jardín de una casa, a la orilla del mar, en un día de sol, con un buen vino, una rica comida, mi mujer, varios amigos y amigas queridísimos, conversando con humor sobre temas ni muy serios ni muy banales y sin sentir el paso del tiempo.

¿El rasgo de personalidad radical que conserva?

La tolerancia: el rechazo a todo mesianismo.

Idealmente ¿en qué tareas o cargo no partidario se sentiría con su entusiasmo colmado?

Presidente de una empresa privada, dinámica y eficiente en un área donde los mercados y la tecnología sean de aquellas que se llaman “de punta”.

¿Existe un placer físico comparable al que ofrece la sexualidad?

No hay ningún placer físico que valga por sí mismo, designado de una dosis de espiritualidad: ni el comer a solas, ni el beber a escondidas, ni la sexualidad como quien práctica gimnasia aeróbica. El sexo como un fin en sí mismo es fatalmente fuente de angustia y conduce a una pérdida de la autoestima y a la degradación.

Siempre en el plano de la sensualidad, ¿cuáles son sus relaciones con la buena mesa?

Muy estrechas. La cocina es un arte y yo tengo la suerte que mi mujer es una cocinera excepcional. A lo largo del tiempo hemos ido definiendo roles: ella es “la gran cocinera” y yo “el gran probador”.

Pero, ¿cuál es para usted el mayor placer?

Los placeres en parte dependen de los dones que uno tiene. Me encanta la música clásica, pero sé que no tengo el oído como para disfrutarla sino superficialmente. Con la lectura, especialmente de ideas me va mejor, pues tengo una mejor inteligencia para captar conceptos e ideas abstractas. A veces, leyendo algún ensayo quedo conmovido, admirado hasta emocionarme por el desarrollo de un argumento o una teoría. Cuando escribo sobre ideas, lo que es cada vez menos frecuente, suelo redactar tres, cuatro y más veces un mismo texto y entonces me siento como un artesano que estuviera puliendo una piedra en busca de algo que se acerque a la perfección o a la belleza.

¿Ha ido al sicólogo o siquiatra? ¿O cree que eso es cosa de locos?

En este campo soy, a la vez, pre moderno e irresponsable. He reservado mis angustias, frustraciones y problemas psíquicos como la materia prima en que practico un oficio autodidacta y artesanal.

¿En qué cosas concretas advierte usted confusión o crisis moral en Chile?

Confusión moral cuando se eleva la templanza a la condición de primera de las virtudes cardinales y no como la última en importancia, después de la prudencia, la justicia y el coraje. La historia debe mucho más a hombres y mujeres que a pesar de no haber sido ni sobrios ni plenamente respetuosos del octavo mandamiento, tuvieron coraje para luchar por ideales y servir la justicia o la libertad. Personalmente no siento atractivo por aquellos mojigatos que procuran reducir la moralidad a lo genital, pero que nunca han arriesgado nada para defender valores fundamentales, la dignidad de las personas, denunciar la injusticia o el abuso de poder.

¿A cuáles gastos superfluos le costaría más renunciar?

A aquellos que hacen más entretenida y digna la vida cotidiana. Un 80 más por ciento de lo que hacemos es algo que repetimos todos los días. Es terrible cuando lo cotidiano se transforma en sinónimo de ordinario. Hay muchos que llaman superfluo a todos esos gastos que tienden a hacer de lo cotidiano algo que tenga mucho de entretención, buen humor, calidad y un cierto grado de refinamiento.

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