Fernando Flores | Aventuras del niño maravilla

Fernando Flores
Aventuras del niño maravilla

Terminada sus tareas de innovador oficial del gobierno de Piñera, ahora vuelve a California, donde vive desde que fue expulsado de Chile -luego de pasar tres años prisionero- por haber sido ministro de Allende y haber ido a negociar con los golpistas 11 de septiembre, enviado por Salvador Allende. Durante su encierro comenzó a transformarse en el hombre excepcional que ha llegado a ser en gestión de empresas, ontología del lenguaje, computación e innovación. Por su fama de duro, nos sentamos con mucha cautela frente a él, para tratar de entenderle. Ahora no es de allá ni de acá. No sabemos de dónde.

Por Luis Alberto Ganderats

He estado cuatro horas temiendo lo peor. Escucharle decir, por ejemplo: “Hasta aquí no más llegamos. Preguntái puras leseras. Te jodiste”. Ya lo ha hecho antes con algún entrevistador. Es que Fernando Flores, chileno de inteligencia fuera de lo común, también es fuera de lo común en inteligencia emocional por las dificultades que tiene con ella.

Pero no es un tema que le quite el sueño. En todo el mundo occidental sigue siendo el gurú de importantes círculos de ejecutivos y empresarios interesados en producir un salto adelante en organizaciones o personas. Sin cambiar su estilo, sigue ofreciendo sus celebrados “talleres de Flores”, donde las flores suelen abundar menos que las críticas y él suele aportar una mínima cortesía.   

Eso hace que muchos le teman y admiren a la vez. Algunos entrevistadores distraídos han terminado con la cola entre las piernas, y diciendo de él cosas horribles. Por eso no me ha sido fácil estar sentado, cara a cara, ante este hombre con aspecto de jeque qatarí, con pobre expresión facial, ojos escrutadores y silencios temibles. Tanto, que enojado puede parecerse al simpático Gato Gruñón, el Grumpy Cat, que tiene invadida las redes sociales, que son su vicio y apoyo inocultable.

Por razones prácticas, he decidido usar una estrategia que rara vez falla con los entrevistados muy conscientes de su éxito: hay que tratar de desmontarlos de la estatua ecuestre que han levantado de sí mismos, y ponerlos a nivel del hombre común. Y para eso es necesario retroceder los recuerdos hasta su época de niño, exploración que, de paso, ayuda muchas veces a explicar sus éxitos y su estilo de liderazgo.

Por eso empezamos hablando de su abuela Domitila.

Hace un gesto con sus labios que no se decide a ser una mueca o una sonrisa. Era de una “familia antigua de Talca”, nos dice. Catorce hijos tuvo doña Domitila Valdés de Labra, y para sortear una época  económicamente complicada, llenó su casa con pensionistas. En medio de esa multitud vivió Fernando Flores. Fue “más bien callado y solitario”, hasta el día en que emigró a Santiago, por los años sesenta, con el mejor bachillerato de la ciudad, para convertirse en ingeniero industrial.

-Llegué muy reforzado en la confianza en mí mismo, porque no tenía conciencia de que sólo era campeón de natación en una piscina chica. Debía probarme en la gran piscina de Santiago. Claro que mi madre me había ayudado siempre a reforzar la confianza en mis fuerzas. Para ella, yo era su “niño maravilla”, y como la seguridad en sí mismo es una emoción, yo la tuve  desde chico.

De ella aprendió los primeros secretos en el emprendimiento y la innovación. Era una mujer extraordinaria, sin fortuna. Un día empezó a comprar y vender palos de escoba. Al poco tiempo tenía una barraca, que hoy se llama Maderas Fernando Flores. Supermercado de la Madera. Y la barraca creció tan rápidamente que su marido, un colchagüino de San Fernando, no tuvo más remedio que dejar su trabajo para sumarse a la empresa familiar. Octavio Flores dejó de ser un técnico ferroviario que vivía feliz entre fierros y conduciendo máquinas diesel, para convertirse en un taciturno aprendiz de empresario. “Pero nunca pudo ayudar mucho; él no era de tratar con clientes”. 

El gurú Fernando Flores se parece a ese ferroviario en su envoltorio físico. Y tal vez en un rasgo que lo hizo distante: “Mi padre no sabía ser afectuoso”, me dice. Solía resentirse por los excesivos mimos de su mujer al niño maravilla. “¡Ves tu hijo!”, le reprochaba a veces, especialmente cuando él vivió un año como adolescente complicado y aislado. Con el tiempo,  ese niño-hombre pasó a ser el padre de su padre. Como don Octavio enviudó relativamente joven, un día creyó necesario viajar hasta el lugar donde su hijo era prisionero político sólo con el propósito de pedirle permiso para casarse…

No fue su cabeza y su estilo los que heredó Fernando Flores. “Fueron los de mi madre”.

-Ella tenía muchos talentos. Inventó un negocio, construyó varias casas. Sabía desenvolverse. Y podía expresar cariño. Eso ayuda a los hijos a adquirir confianza en sí mismos. Gracias a ella, siempre he tenido buenas antenas, he sabido estar atento a lo que pasa en mi entorno, donde sea que me encuentre.

A los 27 años ya ocupaba un cargo considerado tan importante como el de ministro: director técnico general de la CORFO, en los primeros meses del gobierno de Allende. Luego fue ministro de Economía, también de Hacienda, y estaba en La Moneda el día del golpe militar como secretario general de Gobierno. Poco rato antes del bombardeo de los Hawker Hunter, el presidente Allende le encargó ir al Ministerio de Defensa a negociar con los jefes militares.

-¿Sintió temor?

-Por supuesto. Pero no más que estar en La Moneda bajo el bombardeo. 

Vivió tres años como prisionero de guerra. Durante ese encierro tan sobresaltado, este joven ingeniero industrial hizo algo impensable: se empezó a transformar en un estudioso del lenguaje y su potencial creativo, lo cual lo condujo a ser un adelantado en informática y a desarrollar nuevas teorías de la comunicación, el lenguaje y los principios sistémicos aplicados a la empresa. La “conversación para la acción” sería finalmente su concepto más popular, y se instaló entre los famosos expertos internacionales en couching. Con investigadores extranjeros creó softwares y escribió libros sobre ontología del lenguaje -con Heidegger como telón de fondo- y también sobre filosofía, su gran pasión paralela.

Cansancio del estilo Piñera

Queda poco ahora de ese joven militante del MAPU Obrero Campesino que se tituló de ingeniero industrial en la elitista Universidad Católica con una memoria de título cargada de citas del Che Guevara y Carlos Marx. Su carácter se expresó crudamente en su examen de grado. Calificado sólo con nota cinco por sus sorprendidos examinadores, el joven Flores hijo un gesto ambiguo con la mano extendida dirigido a la comisión, y dijo:

“¡Entienden poquito!”.

“Entienden poquito” volvería a pensar hace cuatro años -cercano a la madurez de los 70- cuando desde la Concertación, y en especial desde el allendismo más perplejo, lo criticaron por apoyar la campaña presidencial de Sebastián Piñera. Antes había sido  senador del PPD, partido al que criticara y renunciara “por razones éticas y políticas”. Antes perdió una disputa interna para encabezarlo y tuvo que abortar una candidatura presidencial por la irrupción de… Michele Bachelet.

Le dieron duro por su radical cambio de ideas, aunque piensa que nunca cambió sus ideas principales, sino que se cambió de escenario para luchar por sus ideas de siempre. Alguien se encargaría de poner juntas dos declaraciones suyas sobre Piñera para subrayar lo que consideraron una olímpica voltereta. Hace ocho años dijo: “Piñera  encarna lo peor de la codicia empresarial; ansía el poder para sus negocios; hizo su riqueza con la dictadura que me relegó a Dawson”. Cuatro años más tarde lo veía de otro modo: “(Piñera es) una persona de impulso, que ha labrado con esfuerzo una fortuna creando empleo y fortaleciendo la imagen y posición de Chile (…)

–¿Ahora se arrepiente de haber dado ese paso?

-No me arrepiento de nada. Hice con el PPD algunos pronunciamientos éticos obligatorios. Esperaba un cambio en Chile. Ahora veré si hay cambio político en la Nueva Mayoría. No puedo dar un juicio en este momento. Son hechos muy recientes. En dos años le cuento…

-¿A qué atribuye la popularidad de Bachelet?

-¡Usted me va a meter en un enredo! Pero, en fin. Yo lo atribuyo al cansancio del estilo Piñera. Un estilo en cual ha estado ausente el ánimo de crear ilusión. También son muchos lo que sienten que no quedó claro el esfuerzo de los que gobernaron con él, la Alianza por Chile, por entender las demandas de justicia. Se hacían cosas, se anunciaban otras. Pero la gente no agradece las obras. Siente que el Gobierno tiene la obligación de hacerlas. Pienso que también ha influido en estas elecciones un hecho particular: el duelo del período de Pinochet se hizo tarde, a los 40 años del Golpe.  

Durante el período de Piñera, el gurú Flores fue designado presidente del Consejo Nacional de Innovación para la Competividad, CNIC. Al final tuvo desacuerdos con Piñera, que quería propuestas concretas, fáciles de mostrar y ofrecer, y no programas a veinte años plazo. Renunció antes, y el gobierno le quitó el 70 por ciento del presupuesto a un tema tan clave como la innovación, obligando al CNIC a reducirse a unas pocas oficinas en el Ministerio de Economía. De su gestión, hecha en la modalidad semi presencial, apoyado en las modernas redes de información y reuniéndose con su consejo cada dos meses, quedó un libro caro y robusto: Surfeando hacia el futuro. Por hacer esa tarea semi presencial recibió un sueldo de 6,2 millones de pesos mensuales.

Chile vive en la Luna

Sobre las autoridades, empresarios y educadores de Chile tiene desde hace tiempo una visión crítica:

-La innovación no es un tema que esté entre sus prioridades. Lo más grave es que el mundo cambió y no nos hemos dado cuenta. La cultura de la mediocridad se extiende. No basta con transmitir conocimiento y proclamar verdades. El país necesita flexibilidad, jóvenes capaces de surfear las olas del cambio más que de responder las letanías de las enciclopedias. Nuestros jóvenes y niños son nómades que se educan en la red y requieren mentores que los orienten. Debemos darle un giro a la educación, transformándola en una que dé sentido a la vida y que enseñe a innovar productivamente. Hay oportunidades, pero debemos aprovecharlas. Quebremos huevos, atrevámonos a inventar el futuro. Si no cambiamos el switch estamos fregados.

-¿Qué debería hacer Chile?

-Algo que vengo diciendo hace mucho. Ningún país puede ofrecer empleos de calidad en el largo plazo si sólo se basa en los commodities, es decir, en materias primas brutas que han sufrido procesos de transformación muy pequeños o insignificantes. Esto es fundamental, porque a mi juicio el problema de Chile no es únicamente de crecimiento, sino que ante todo es de la falta de empleos de calidad. Una cosa y la otra no se pueden separar. El tema del empleo y el de la competitividad no se pueden abordar en planos separados. Expertos extranjeros han venido a decirnos claramente que las cosas no andan si no mejoramos nuestra productividad y si no ofrecemos al mundo productos nuevos.

Últimamente, Flores ha sugerido que el futuro de Chile puede estar en los servicios, como el turismo. Pero le desanima la mentalidad de los empresarios. “Es raro lo que pasa en la cabeza del chileno. Se queda esperando que le pavimenten el camino”. Y agrega que “en Estados Unidos a nadie se le cruza por la cabeza esperar a que el Estado le aplane la cancha, si ven la oportunidad, van por el trofeo… Si hoy en Chile alguien quiere crear una empresa, lo primero que se le viene a la cabeza es construir su edificio corporativo. Todo tiene que tocarse, ignorando que hoy los negocios son virtuales, y que las preguntas previas a lanzarse a este mundo de los servicios no es dónde pongo mi edificio, sino que en cuántas capitales voy a estar, con qué socios voy a trabajar”.

-Tenemos que mandar mucha gente afuera. No basta que vayan tres empresarios a Shanghai; tenemos que tener 5.000 jóvenes recorriendo Asia, porque allá está el mundo del futuro. Y no seremos competitivo con una mala educación; necesitamos una educación del siglo XXI. Si seguimos pegados en los estudios de ingenierías comerciales o industriales, o las abogacías, estaremos creando una bomba de tiempo. Esa bomba de tiempo será de esas que Dios te pille confesado.

Rezos sin confesiones

A partir de este año, Flores se propone permanecer lo más posible en California, para trabajar y estudiar, lejos de la política chilena, cerca de sus cinco hijos profesionales, de sus nietos, y de su mujer de hace medio siglo, Gloria Letelier. En su casa principal, en Berkeley, se dispone a completar lo que llama el cuarto momento importante de su vida (Ver recuadro sobre sus tres momentos anteriores). Durante el momento que ahora inicia su preocupación será el tema de “cómo vamos a aprender a habitar el planeta, qué vamos a dejar a las generaciones que asoman”. También le tienta una inmersión existencial. “Ver cómo respondemos al misterio de la vida que nos tocó vivir, y que le tocará vivir a otros. La filosofía será mi gran desafío de ahora en adelante”.

-¿Qué tiene que ver Dios con todo esto?

-No tengo idea. La Ciencia no explica suficientemente lo que es el mundo; y los libros sagrados me parecen pura mitología. Yo no le podría hablar de un dios. Sin embargo, hay algo profundamente magnífico en la naturaleza, en el Universo; y me parece que las explicaciones que da el Hombre están por debajo del misterio.

-Usted viene de familia católica, pero sin ritos. ¿Reza o ruega cuando está solo?

-De alguna manera yo rezo en momentos de tensión, como cuando bombardearon La Moneda, lo hice mientras estuve prisionero y lo hago a menudo cuando advierto que me he librado de sufrimientos que otros tuvieron. A menudo pongo recogimiento en la vida cotidiana, cuando pienso o escribo. Me acuerdo de personas que me iluminaron, y así intento ponerme de alguna manera en contacto con sus espíritus.

-Ahora que ya hablamos de Dios, ¿podemos hablar de usted? ¿Qué le gusta más de sí mismo?

-Sentirme que pertenezco a las fuerzas que buscan un mundo mejor. Tengo gratitud por eso.

-¿Y lo que menos le gusta de usted?   

-Eso que hace que algunos me tilden de agresivo.

¿Por qué le tildan de agresivo? Él no lo tiene nada de claro, y casi nadie ha intentado analizar lo que puede haber oculto tras su intensidad como gurú o como político entrevistado, siempre reacio a responder preguntas que considere tontas o descalificadoras.

Quien ha dicho las peores cosas de él es Arturo Montes Larraín, su “asesor político” cuando era ministro de Economía de Allende; lo hace hasta hoy con elegante lenguaje, pero con un exceso de furor. Pero hay al menos una persona que ha querido opinar sin pasión, pero con franqueza: la ex Embajadora de Chile en Israel Sally Berdersky, miembro del Business Success Coach Network, BSCN, ingeniera y ex estudiante de psicología. Admite su gran deuda con Flores: “Puedo reconocer que mi aproximación al tema de la ontología del lenguaje (desarrollada por él) es lo más potente que me ha sucedido en términos de interpretación de la realidad, si bien no es algo absoluto. Eso me tiene fascinada en la vida y debo agradecérselo”, declaró tiempo atrás a Fernando Villagrán, de la desaparecida Revista del Viernes de La Nación.

Pero ella no esconde una sospecha sobre el carácter del gurú talquino. “En su comportamiento existe alguna psicopatía”. Lo dice basada en la experiencia que conoció de cerca, y muy bien, de dos importantes discípulos de Flores que se alejaron para siempre. Asegura haber visto en ellos, respecto de Flores, “impotencia mezclada con admiración, resentimiento e idolatría”.

A su juicio, el fenómeno Flores no es explicable sin un estudio de su personalidad.  “Como otros personajes de la historia, para entenderlos habría que estudiar cómo se constituyen algunas patologías de líderes carismáticos”. En sus talleres, dice Bendersky, lo que él transmite no es una interpretación, sino una emoción. Por la emoción con que se comunica y por lo que provoca, es una imposición. “Y los más débiles se someten”. Dice que tiene el genio para captar por dónde entrar en los vacíos o debilidades emocionales de las personas con las cuales trata. Ella admite que mediante los métodos de Flores el individuo tal vez logre llegar a un estado de conciencia superior, pero lo que no aprueba son sus procedimientos. “Hay mucha arrogancia, porque se supone que él maneja un conocimiento suficiente sobre el ser humano, y eso no es así”. 

Le critica principalmente el trato duro que suelen recibir sus colaboradores frente a cientos de personas de un taller si ellos actúan de un modo que a él no le satisface.

-Señor Flores, ¿efectivamente usted les llama la atención a sus colaboradores en forma pública?

-Lo hago poco, pero lo hago—admite–. Son aspectos que debo corregir inevitablemente sobre la marcha. Lo más importa es cumplir los objetivos que nos hemos propuesto y entregar la calidad de servicio que prometimos a con quien nos contrató. No tolero el trabajo mal hecho ni fallar a clientes, menos si son empresas internacionales, que esperan un resultado.

Muchas reacciones furibundas en su contra las atribuye, sin embargo, a que se ha formado en los Estados Unidos de una determinada forma, y aquí no pone suficiente empeño en adaptarse a la cultura chilena. Por ese estilo, “muchos se han rebelado, pero no contra sus ideas sino contra su persona”, dijo su ex alumno Andrés Navarro, fundador de Sonda, advirtiendo que Flores “siempre tendrá discípulos, aunque ellos… cambien con el tiempo”.

“¡Se nos acabó la pobreza!”

Sonríe satisfecho al recordar  algo que rescata como un momento especial de iluminación en su vida. “Fue como una epifanía de san Pablo”, recuerda. Estaba en California y aún no lograba desarrollar algo propio y potente. Vivía el exilio con estrechez junto a su mujer y sus hijos, pero leía autores que serían determinantes. Tuvo en ese momento de 1978 la certeza de que las palabras crean hechos, buenos o malos, y que son mucho más que simples medios para comunicar algo. Y en ese momento supo que algo haría con esa convicción. 

-Así pude empezar a resolver uno de los problemas de gestión en una empresa, en lo que se llama el management, y se me abrió de golpe el camino para crear un software, que se llamaría  El Coordinador. Me di cuenta en ese instante que Fernando Flores ya era un señor que tenía algo que decir en el mundo. Entonces llamé a mi mujer y le dije: “Mijita, ¡se nos acabó la pobreza!”.

Terminaría postulando que gran parte de la coordinación humana ocurre en lo que él llama “conversaciones para la acción”, pues cuando las personas hacen solicitudes y promesas, asumen compromisos de cumplir.

A esta teoría añadió el aporte de la computación moderna, que facilita las conversaciones para la acción, más allá de permitir un básico procesamiento de datos. Desde entonces, y por su estilo, ha debido escuchar del temor que a muchos produce su “inteligencia millonaria”. Pero le ha permitido reforzar sus confianzas. En su blog se define a sí mismo: “Hombre multifacético, reconocido como uno de los pensadores más importantes de la actualidad en el ámbito de la gestión y de la acción emprendedora”.

Han llegado a su fin cuatro horas de conversación y siento que ha fracasado mi estrategia de entrevistador.

Flores sigue muy campante arriba del caballo.

…Al menos no me lo echó encima.

Gurú del couching

Algunas empresas suelen pagar un millón de dólares, o más, por un trabajo largo y ambicioso con el equipo de Fernando Flores. Personas individuales desembolsan 50 mil dólares. Buscan el milagro, y a menudo lo logran. Doctorado en lenguaje en Berkeley con el tema Administración y Comunicación en la Oficina del Futuro, sus talleres han hecho gran uso del coachingentrenamiento- una actividad que desde los años setenta se expandió por el planeta como una fiebre, y que ya abarca distintas áreas de la actividad humana. ¿Por qué el coaching tiene éxito en las organizaciones? El mundo está lleno de empresarios nuevos o en dificultades que necesitan un coach que les ayude a precisar y fijar los objetivos de sus empresas. También de alguien que los siga acompañando hasta alcanzar el éxito, mediante charlas motivacionales, seminarios, talleres y prácticas supervisadas.

Otros se dedican más al coaching personal, buscando mejorar el bienestar del individuo. O bien se especializan en aplicarlo a la educación y lo enseñan en las universidades, a veces con procedimientos que se alejan mucho del original que desarrollaran Gallwey, Whitmore, Leonard, y que hizo brillar a Flores entre los latinoamericanos.

-¿Tuvo que ver usted con la introducción de la palabra inglesa coaching en la empresa? ¿Fue usted el primero en usarla, como leí en alguna parte?

–No lo sé. Muchos dicen que sí, que fui el primero. Tal vez alguien usó el concepto antes. No me consta. Pero mis empresas figuran entre las principales responsables de su masificación en el mundo.

Julio Olalla, que fue uno de los iniciadores del coaching en Chile, y se desempeña con éxito desde Colorado y varios países americanos, admite que tuvo como “mis maestros” en Estados Unidos a Fernando Flores y Humberto Maturana, el gran biólogo y filósofo, quien le hizo clases a Flores en el campo de prisioneros de Tres Alamos, durante la dictadura de Pinochet. Un día se alejaron. Maturana lo explica así: Nos separamos debido a mi intransigencia de afirmar que uno no puede hablar del quehacer empresarial sin poner a la ética como el centro de ese quehacer, de modo que todo lo demás estaría subordinado a eso”.

En  sus etapas más creativas, Flores y Maturana juntaron fuerzas con otro chileno extraordinario, hoy enterrado en el valle del Elqui: Francisco Varela, doctorado en Biología por Harvard, investigador de las bases biológicas del lenguaje y el conocimiento, de la psicología cognitiva y de la neurociencia. De estas investigaciones trascendentales Flores se ha nutrido. Siempre lo subraya. Y no olvida agregar que él las ha dado valor nuevo con sus descubrimientos, y especialmente con la aplicación práctica. En su pensamiento han influido muchos temas para iniciados, como son la ontología de Heidegger, la filosofía del lenguaje de Searle y Austin y la hermenéutica de Gadamer. Por todo eso, Flores ya forma en la guardia de honor de Los Extraordinarios.

Una vida en 4 momentos

Difícil resumir los aportes de Fernando Flores en pocas líneas. Ahora, a los 70 años, está iniciando el cuarto momento de su vida, centrado en la salud del planeta y la filosofía. Su primer momento, dice, fue el intuitivo, cuando quería ser un buen ingeniero industrial, y aprender sobre organización, lo cual lo llevó antes de los 30 años a ser ministro de Hacienda de Salvador Allende.

El segundo momento lo marca su relación con Humberto Maturana cuando estaba prisionero después del golpe militar de 1973. El famoso biólogo lo conectó con el lenguaje y lo que hay oculto en él. Partiendo de ese mundo de la mente todavía en tinieblas, sigue reflexionando, estudiando y conectándose con estudiosos en California, y llega a la conclusión que la fuerza del lenguaje puede hacer cambiar a las organizaciones, especialmente a las empresas. Produce un software y escribe. Se doctora en filosofía del Lenguaje con Administración y Comunicación en la Oficina del Futuro y se inserta con éxito clamoroso en el coaching.

Su tercer momento tiene que ver en cómo responder al cambio con innovación, tanto a nivel de países, como en niveles locales o de empresa. Le subyuga la capacidad para “capturar  anomalías”. Por ejemplo, era una anomalía que en el computador personal hubiese que usar cuatro flechas del teclado para mover el cursor. Esa anomalía fue eliminada (muy lentamente) después que alguien inventó el mouse. Considera muy importante educar a las nuevas generaciones para que adquieran una sensibilidad que les permita descubrir anomalías en todo lo que el hombre hace.

En esta etapa también le entusiasma lo que se llama “capturar avalanchas”, que consiste en detectar una innovación existente, pero todavía poco valorada, y aplicarla en otros procesos, con lo cual pueden conseguirse ganancias millonarias. Le parece esencial identificar los laboratorios que empiezan a producir nuevas posibilidades de avalanchas y detectar las conversaciones políticas que pueden pre anunciar cambios, como alza de impuestos o la aprobación de normas restrictivas. Dice que la innovación llega cuando tenemos ánimo de aventura, de riesgo y también prudencia, y creamos en torno  nuestro un ambiente innovador. Reconoce que sus dificultades en la política chilena se debieron en parte a que a él le faltó… innovación. Negociar y transar son cosas que no se le dieron bien en el Parlamento. Terminó muy aislado.

Entre sus publicaciones destacan Inventando la empresa del siglo XXI; Construyendo confianza en los negocios, la política, en las relaciones y en la vida, escrito con R.C. Solomon; Understanding Computers and Cognition, 1987, escrito con Winograd, una reinterpretación de las redes computacionales y su conexión con la filosofía, y Abrir nuevos mundos: Acción emprendedora, acción democrática y cultivo de la solidaridad, escrito con Espinosa y Dreyfus. Ha desarrollado tres software. El Business Design Technologies permite especificar las características claves de los procesos conversacionales de una empresa con rediseños flexibles, y atomizar parte de ellos, construyendo generadores automáticos de acción.

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