Chaitén y una disputa inútil

Chaitén y una disputa inútil

Entre el remoto año 79 y el actual 2009, entre Pompeya y Chaitén, puede llegar a haber no más diferencia que el tiempo, si sólo hablamos de su eventual recuerdo trágico. Sólo depende de que en unos cuantos intransigentes y unos pocos aprovechadores se imponga la cordura. El dolor de abandonar sus hogares y sus muertos no debería ser más fuerte que la vida. No son los primeros. Erupciones, cataclismos, inundaciones, guerras y la agonía de las rutas comerciales, han enterrado a  miles de pueblos. Al viajar por el mundo avanzamos por un cementerio de ciudades. No se trata sólo de la mítica Atlántida, que en estos días un “investigador” apresurado anunció haber ubicado cerca de las Canarias. Tampoco de la clásica Pompeya, ni de Xian, la ciudad del Ejército de Terracota y la Ruta de la Seda, parcialmente inundada por las crecidas del río Amarillo. Hay casos más nuevos. En Michoacán, México, hace 64 años existía San Juan, cuyas casas fueron sepultadas por la lava de un volcán tan solapado como el Chaitén. La gente alcanzó a huir.  Su gente se fue caminando con la imagen del Señor de los Milagros al frente, y refundaron San Juan a unos 30 kilómetros. Sólo quedaron a la vista las torres de su iglesia, hoy una rentable curiosidad turística llamada San Juan Viejo.

Nuestra ciudad de Concepción, nacida como Penco, tuvo que reconstruirse en otro lugar, a unos pocos kilómetros de distancia, luego del maremoto y terremoto de 1764. El gobierno -como hoy- también prohibió la ocupación del sector afectado, medida que rigió por décadas.

Pero no sólo las ciudades pequeñas desaparecen. Las montañas del desierto de Jordania hicieron invisible, por siglos, a Petra, la ciudad de los nabateos. Y en estos mismos días, si tomamos altura en la pequeña Guatemala descubriremos ocultos en el enorme océano vegetal del Petén, los edificios de la primera civilización-estado del Hemisferio Occidental, una gran cantidad de sitios mayas y una pirámide, que es más voluminosa que las de Egipto. La Danta (en la foto, de Fans Dr.Richard Hansen) estuvo perdida por siglos, a pesar de sus 72 metros de altura, y su base de 620 por 330 metros. La historia humana también se construye sobre olvidos inevitables.

Roma es ejemplo mayor de cómo una poderosa ciudad casi desaparece. Semi abandonada, las inundaciones, la vegetación, el polvo, la lluvia, los derrumbes, terminaron por sepultar las casas. El hombre suele encargarse de la tarea de destrucción, pero en verdad basta no hacer nada para que una ciudad se pierda. La propia naturaleza se encarga de la tarea, movida por su tenacidad para recuperar el territorio que le han quitado. Es la tarea que parece haberle encargado ahora al volcán Chaitén. En la  disputa entre el hombre que se cree dios y la naturaleza que actúa con los ojos vendados, este no es más que otro capítulo que nos lastima. Chaitén, que no ha tenido mártires hasta hoy, renacerá en Santa Bárbara, que tiene  nombre mártir, pero es un hermoso lugar, donde los habitantes desplazados aprenderán a sonreír otra vez.