All inclusive, incluso aquello
Fue la forma perfecta para enterarnos de algunos secretos del “todo incluido”, o “all inclusive”. Estábamos abordo de un yate usado en su luna de miel por Grace Kelly y Rainiero, cuyo timón aún lucía el nombre de Mónaco y el lema principesco: Deo Juvante (Dios Mediante.) Se los había regalado Onassis y venía de astilleros de Southampton, puerto en que el Titanic inició su viaje inaugural.
Mi anfitrión en el yate era John Issa, uno de los descendientes de palestinos más poderosos, propietario de la cadena jamaicana SuperClubs, y estaba por esos días en el precioso Hotel Gran Lido, de Negril. Ahí, él nos contó que la decisión de incorporar a su primer hotel al sistema “todo incluido” había sido la afortunada consecuencia de la crisis petrolera de los años setenta. Descubrió que los sectores turísticos menos afectados eran los cruceros y los Club Med (iniciados en 1950.) Ambos apostaban a la fórmula de cobrar tarifa fija por un conjunto de servicios. Lo que Issa hizo fue agregar ideas y ventajas nuevas, copiadas en todo el planeta.
El Caribe era tierra abonada para este sistema, gracias a su vecindario sin buenos restaurantes ni comercio. Si el propósito fue recibir familias de ingresos limitados y con hijos voraces, resultaba atractivo el precio fijo y la ausencia de cobros ocultos. La idea perfecta en el lugar perfecto. Tan importante se puso Issa que el gobierno de Estados Unidos le prohibió ingresar a su territorio (toda su extensa familia sufrió esa pena, con excepción de Francisco, su hermano, que vive Florida desde los años 70; no hace mucho pudo reunirse con toda la tribu en Jamaica, en una fiesta que lo tuvo como protagonista.)
¿El delito de Issa? Operar hoteles en la Cuba socialista. Un posible agravante: ser descendiente de palestinos, ya que no existe la misma pena para las españolas Sol Meliá y varias otras. A pesar de todo, Issa alarga cada día sus brazos. Tiene miles de habitaciones de hotel en la brasileña Costa do Sauipe, en las Bahamas, Antillas Holandesas y Punta Cana. En Jamaica crece y crece: Gran Lido, Breezes, Beach Villas y –cómo olvidarlo– sus populares resorts Hedonism. La categoría Hedonism–sustentada en el placer humano más básico– tiene piscinas y playas para nudistas y “fiestas romanas” en que los huéspedes van cubiertos sólo por túnicas, que se caen ante la mínima provocación. Issa considera que Hedonism es un sistema “algo malicioso”, no pecaminoso. Seguirá dando que hablar. Hace un tiempo postuló a los récords de Guinness con un masivo matrimonio nudista realizado en el Hedonism III. Los padrinos vistieron tules. Algunos participantes, sólo pajarita. Nadie, esa vez, ni Dios Mediante, tuvo la delicadeza de invitarnos. ¡My Good! Not all inclusive.
Estamos ante un hombre fino en su trato, aunque de amabilidad contenida. Pareciera difícil hacerlo bajar de su caballo de héroe del turismo jamaiquino. Las conversaciones que tuvimos nunca han sido a solas. Junto a él, como si monarca fuera, ha habido siempre a lo menos dos personas que lo acompañaban, observando sin pestañar. Uno podía suponer que alguien grababa sus palabras, para prevenir alteraciones de lo dicho, que pudieran llevarlo a los tribunales, como ya le ha ocurrido. Lo notamos más suelto abordo de su yate. En esta atmósfera principesca el Honorable John Issa tuvo la espontaneidad que no le vimos antes. Dejó que se expresara suavemente su incomodidad por la prohibición que le impuso Estados Unidos de ingresar a su territorio.
–En el momento que entramos a Cuba con nuestras marcas hoteleras lo hicimos sabiendo que, desde el punto de vista estadounidense, no estábamos en una posición correcta. Pero todo nos hacía suponer que las relaciones con Cuba se normalizarían en unos cinco años. Eso no ocurrió. ¡Cómo no lamentarlo!